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El encanto de los jardines

 

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La mano del hombre las hizo posibles, la especial naturaleza esteña las cobijó. Cada jardín con las flores, cada exquisito plato de comida que las contempla, habla de esta ciudad. Y la perfuma y la seduce con la magia de su propio idioma. Esa lengua hecha de colores, aromas y texturas únicas.

 
 
 
 
 
 

 
En un principio fue arena, cielo y mar.
La naturaleza parecía haberlo hecho todo. Sin embargo después vino la mano del hombre. Una mano que, guiada por un profundo sentido estético, logró embellecer aún más aquellos lugares que desde el momento de su nacimiento olían a paraíso.
 

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Entonces, aparecieron las flores y jardines. Y los parques generosos en perfumes y colores se volvieron casi imprescindibles en los alrededores de las elegantes mansiones de Punta del Este. Los jardines no son nuevos. Primero fueron Henry Burnett y Antonio Lussich quienes domaron las dunas a fines de siglo XIX y forestaron con pinos marítimos la zona de La Mansa y con plantas exóticas la de Punta Ballena.

 

 

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En la década del ’50, el emprendimiento Mauricio Litman fraccionó los terrenos del bosque e impuso la moda de los jardines, propia de los balnearios europeos, y aparecieron las primeras hortensias y rosales junto a las residencias. Después, los hábitos de los residentes ingleses supieron delimitar los espacios con cercos y coloridos canteros que dibujaron bordes y le otorgaron siluetas definidas a los espacios donde empezaron a crecer una amplia variedad de flores.

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Hoy la silueta de la santa rita y de las capuchinas pintan el paisaje esteño de todos los colores posibles. Lo pintan, lo perfuman y lo bañan en sabor ya que muchas de esas especies han sido incorporadas a los platos que ofrece la exquisita gastronomía de Punta del Este.

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Así las flores del aire se acercan a las margaritas y los rayitos de sol toman el lugar de las espinacas. El taco de reina protagoniza las ensaladas y los pétalos de rosa cubiertos de chocolate acompañan los más sabrosos helados.

 
 
Generosa como pocas, la geografía de Punta del Este sumada a la permanente búsqueda estética de su gente, regala en cada color, en cada sabor y en cada perfume un nuevo estímulo para los sentidos.

 

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