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Historia y naturaleza

Pandemia y arquitectura urbana – La lucha de las ciudades

El Covid-19 trajo aparejada una nueva normalidad que recién comienza a desarrollarse. A fines del siglo XIX y comienzos del XX, otra pandemia -la tuberculosis- cambió la escenografía de las grandes urbes europeas y la manera de construir casas, escuelas y hospitales. Esta respuesta se conoce como arquitectura modernista. Hoy, frente a esta nueva peste que recorre el mundo, hay ciudades que demuestran estar mejor preparadas que otras para enfrentarla. El caso Punta del Este.

A principios del siglo XX, Europa todavía arrastraba del siglo XIX una de las peores pandemias, la tuberculosis. Y si bien Robert Koch había descubierto el bacilo en 1882, la vacuna Bacillus Calmette-Guérin (BCG) recién estuvo lista para su aplicación en 1921. 

Por eso, una de las respuestas más eficaces contra la pandemia fue -durante casi 50 años- la arquitectura y el saneamiento de las ciudades, su reorganización urbanística.

En estos tiempos de una nueva pandemia como la del Covid-19, sin vacuna segura al menos hasta dentro de un año, con una nueva normalidad que incluye distanciamiento social, home office y una modalidad diferente a la hora de relacionarse con los espacios públicos, es importante entender el valor terapéutico de un centro urbano. O, dicho de otro modo, ¿es Punta del Este una ciudad anti coronavirus?

Allá por comienzos del siglo XX, en las grandes urbes europeas como París, Berlín, Amsterdand, Londres, comezaron a surgir las teorías arquitectónicas que derivarían en el modernismo.

Con Le Corbusier a la cabeza en Francia, los grandes arquitectos como  el germano-estadounidense Ludwing Mies van deer Rohe,  el finlandés Hugo Albar Henrik Aalto, el alemán Walter Gropius y el austríaco Adolf Loos, entre otros, comenzaron a pensar casas y ciudades que fueran una suerte de contención contra la pandemia.

Hay que recordar el peso real de la tuberculosis: se da por seguro que mató a la mitad de los jóvenes franceses que murieron en el siglo XIX. Entonces, cuando Koch descubrió que la humedad, la suciedad, el polvo, los espacios oscuros y la mala ventilación de las casas alentaban la propagación del bacilo, fue la arquitectura quien primero salió al cruce con construcciones que iban a constituir un estilo en sí mismo y que pronto iban a conocer el nombre de modernista.

Hoy las investigaciones en todo el mundo sobre el Covid-19, a falta de una cura en forma de vacuna, ya ofrecen algunas certezas: necesidad de distanciamiento social, un tratamiento distinto de los espacios públicos y la precaución de mantener aireada y limpia la vivienda, donde se encuentra la última línea de defensa contra la propagación del virus.

Y si bien es aún muy temprano para una respuesta por parte de la arquitectura, ya hay indicios de intervenciones en los espacios privados -las viviendas-, sobre todo en lo relacionado con la necesidad de tener espacios separados y al menos uno apto para el trabajo desde el hogar.

Con respecto a las urbanizaciones, está claro que hay ciudades mejor predispuestas a una respuesta eficaz que otras. Las grandes urbes se han mostrado débiles y falibles contra el virus mientras que las ciudades abiertas, con grandes espacios verdes, con poco y aislado tránsito peatonal, muestran su fortaleza frente a este contexto.

Punta del Este es un claro caso que ejemplifica lo anteriormente escrito. Pocos casos de coronavirus desde el inicio de la pandemia, una fuerte apuesta por el aire libre, el sol y los espacios verdes y una urbanización que desde siempre ha respetado a la naturaleza. Esta ha sido hasta el momento la mejor de las respuestas frente al Covid-19.

Construir la defensa   

El modernismo estableció sus pautas de trabajo en relación directa con el bacilo de Koch. La historiadora y curadora de  arquitectura, la española Beatriz Colomina -autora del libro X-Ray Arquitecture y profesora de la Universidad de Princenton en los Estados Unidos- afirma:

«Se tiende a olvidar que las ciudades están construidas como respuesta a epidemias y a amenazas de enfermedades de todo tipo».

Así, obras como las llamadas escuelas abiertas -grandes espacios con muros rebatibles y grandes ventanales- fueron la solución para que los alumnos de la década del 30 pudieran estudiar en las grandes ciudades de Europa. 

Así, el estilo de construcción de los hospitales cambió de modo radical, con el Paimio Sanatoriom de Finlandia, obra de Aalto de 1932, como notable ejemplo: grandes espacios, paredes blancas, enormes ventanales, balcones y terrazas para aprovechar el aire fresco y la luz del sol.

También la manera de pensar las ciudades: Le Corbusier propuso «sanear» el centro de París y de Barcelona quitando de modo quirúrgico manzanas edificadas para así dar mayor espacio a la ventilación de las ciudades y eliminando la densidad urbana.

Lo mismo ocurrió en Londres frente a otra peste, el cólera: cuando se descubrió que la propagación de la enfermedad provenía de un pozo ciego ubicado en el Soho, rápidamente se dictaron leyes para re urbanizar la capital de Inglaterra.

Otros ejemplos claros sobre la lucha de la arquitectura contra la tuberculosis son la ultramoderna Villa Savoyé diseñada por Le Corbusier en Francia en 1929 que, incluso, tenía un lavamanos en su entrada, además de imponentes pilares que la elevaban del suelo para huir de la humedad de la tierra. O la austeridad industrial de Mies van der Rohe en sus construcciones. O la Villa Müller, de Loos en Praga construida en 1930 y que tenía una zona separada de la vivienda para albergar a los niños en cuarentena.

Ese espíritu preventivo parece estar representado en Punta del Este desde mucho antes de que se desatara la pandemia del Covid-19. Y tiene que ver, esencialmente, con el respeto que tanto las construcciones privadas como las públicas tienen por la naturaleza.

Esta comunión original entre estructura urbana y medio ambiente dio como resultado una ciudad preparada para no contaminarse. Aunque está claro que aún queda mucho camino por recorrer con respecto al coronavirus, Maldonado, del arroyo Solís a Laguna Garzón, como casi todo el Uruguay, parece haber encontrado en su diseño una herramienta eficaz para resistir las aglomeraciones, las zonas cerradas sin buena relación con los espacios verdes y los espacios incómodos para habitar dentro de las casas.

De alguna manera, con el mismo concepto que llevó a Le Corbusier a establecer los «cinco puntos de vista de la arquitectura» -columnas que elevan del suelo el volumen del edificio, plantas libres o abiertas que permiten una vida más flexible, fachadas libres de restricciones estructurales, grandes ventanas horizontales que brindan tanto luz como vistas, techos ajardinados que protegen la cubierta del hormigón-, Punta del Este parece preparada para establecer al menos una defensa frente a la tremenda pandemia que afecta en estos momentos a todo el mundo.

«Es muy pronto para saber si los arquitectos y urbanistas tendrán un papel que jugar contra el Covid-19. Habrá que observar el desarrollo de la pandemia. Pero está claro que muchas ciudades tienen frente a la enfermedad mejores recursos que otras, ya sea por el estilo de urbanización como por la densidad poblacional», dice Colomina.

Punta del Este parece que, por el momento, tanto en su planificación urbana pública como en el desarrollo de las viviendas supo hacer bien sus deberes.