A 40 minutos de Punta del Este, en mitad de la Sierra de las Cañas, se levanta un lugar único, donde Jonathan y Héctor Liberman desarrollaron un paraíso propio, un pequeño oasis de verde y agua y caballos salvajes y ñandúes. Un lugar donde la vida se observa desde el otro lado del espejo.
En medio de la Sierra de las Cañas sobre la Ruta 39, a 40 minutos de Punta del Este, se ingresa en un lugar único, poseedor de una belleza natural que deja sin palabras a los visitantes.
Ahí se encuentra el club de campo Chacras de Las Cañas, un sitio que es algo más que un sitio: se trata de un lugar que propone una forma de vida alejada de lo urbano, que interactúa de manera profunda con la naturaleza, que promueve un modo de vivir más lento; si se quiere, más humano.
Héctor y su esposa Juli, cálidos y amables anfitriones, pensaron este complejo de 132 hectáreas como un refugio natural donde se puede optar por un modo de vida diferente.
Sólo hay que dejarse llevar por los arroyos que recorren el predio, montar a caballo con la soledad de los territorios poco explorados por delante, cobijarse en un cielo que de noche ofrece un festival de estrellas y amanecer con los sonidos de cortejo que emiten los ñandúes machos en busca de una hembra.
Chacras de Las Cañas- Club de Campo (www.chacrasdelascañas.com) está pensado desde lo sencillo, desde lo cálido, desde lo que emparenta al hombre con lo natural.
Desarrollo natural
Por eso, el concepto de desarrollo también es preciso: 12 chacras de 5 hectáreas cada uno o terrenos de 4.000 metros cuadrados propios que, por la distancia entre cada terreno, suponen en rigor muchos más metros.
«Cada propietario puede construir su casa, que tiene que ser aprobada por Chacras Las Cañas.
El motivo de esto es mantener un estilo definido, que no se contradiga con el entorno», afirma Liberman mientras juega con sus perros Ronda y Vito. Y enseguida agrega valores: «Los lotes de 4.000 metros cuestan desde 60.000 dólares; los terrenos de 5 hectáreas, desde 150.000 dólares».
El complejo brinda a los compradores un amplio plan de financiación del mismo modo que ofrece la obtención de créditos bancarios a 10 años para aquellos que quieran construir una residencia.
El complejo tiene 40 hectáreas de espacios comunes donde se encuentran una piscina, un solarium, dos barbacoas, una abierta y otra cerrada, un spa, caballerizas, una huerta orgánica, una granja y un invernadero, un rincón de fuegos y una zona de juegos para los más chicos, habitaciones para huéspedes y un espléndido club house con una gran barra. «Las habitaciones de huéspedes las pueden usar, a un costo mínimo, los propietarios, mientras construyen sus casas.
Y, por supuesto, también están a su disposición el resto de los amenities. Cada propietario puede combinar con la gente que cuida el predio para que limpien habitualmente su casa», aclara el empresario porque el servicio de mucama no está incluido entre los amenities.
Este «refugio de lo urbano» pensado por los Liberman tiene su impronta en cada detalle. Hay pequeños objetos, cada uno con su historia y su anécdota donde aparecen su esposa y también su madre que lo acompaña como su ángel de la guarda.
Ninguna elección en Chacras de Las Cañas fue hecha por catálogo, a las apuradas. En esos pequeños detalles, se esconde la vida que se respira en cada uno de los espacios comunes que tiene el complejo.
Tierra de leyendas
La historia de esta zona de Maldonado se remonta a fines del siglo XIX. En 1895, un grupo de familias se instaló en la Sierra de las Cañas para trabajar en las canteras de granito. De manera artesanal, comenzaron a cortar cordones y adoquines que luego fueron a pavimentar distintas ciudades de Uruguay.
Estos habitantes forjaron, del mismo modo que cortaban adoquines, una historia artesanal, comunitaria, que pocos a poco comenzó a formar parte de los cuentos que se narraban en otros sitios, en zonas más urbanas de Maldonado. Una suerte de pequeñas leyendas de los habitantes de un paraíso perdido en mitad de la sierra.
Un paraíso que hoy el matrimonio Liberman quiere resguardar, a fuerza de amor y esmero en cada uno de los detalles, para que la leyenda nunca deje de contarse.