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Historia y naturaleza

Barco quieto. Varadura del Santa María de Luján en la playa El Emir

 

Ahí, en esa playa de La Brava donde habitualmente los surfistas practican giros audaces y desafían a las olas, ahí hay un testigo quieto. Todavía se observan los restos del barco argentino Santa María de Luján que quedó varado en estas costas el 21 de julio de 1965.

 

Ahí, los que pasan practicando aerobismo o quienes simplemente pasean, se preguntan los motivos por los que ese barco y los hierros que todavía asoman de su estructura terminó sus días encallando en esta playa de la península. La respuesta se encuentra en el libro Cinco Postas en el Siglo, editado por el Instituto Uruguayo Argentino, colegio primario y secundario de Punta del Este. El director de esta institución, Alfredo Tassano, es el  responsable de haber recopilado los datos históricos de este suceso que conmocionó, en más de un sentido, a la tranquila ciudad de Punta del Este ese invierno de mitad de la década del sesenta. Pero mejor que sea el propio Tassano quien cuente la historia. Sólo agregamos que, como en una película muy propia de esos años, en un principio lo que se veía tanto en la ciudad como en el mar era una espesa, significativa, niebla.

“La madrugada del 21 de julio de 1965 fue muy diferente para los vecinos de Punta del Este; una niebla espesísima envolvía la costa y la ciudad; una sirena desconocida invadía con su insistente ulular el balneario y sus alrededores. Los vecinos se preguntaban inquietos por el origen de ese sonido…”, dice Tassano en la introducción del capítulo dedicado al Santa María. Y enseguida precisa: “El buque Santa María de Luján que había zarpado pocos días atrás de Porto Alegre con destino a Buenos Aires, en virtud de la niebla cerrada, torció su rumbo hasta encallar a 150 metros de la orilla de la playa El Emir”.

Tassano también cuenta que la embarcación pertenecía a la compañía argentina Marifran S.A. Y que contaba con una tripulación de 28 hombres más el capitán. Dice además -y, como se verá el dato no es para nada menor- que su cargamento era de madera, de pino Brasil, para ser precisos. Se trataba de una carga importante: 1.950.000 pies cuadrados de tablones. En un principio, se supuso que iba a ser posible arreglar las averías del buque. Pero eran días de tormenta en la península y el clima no ayudaba. Dice Tassano: “Los agentes y armadores del barco contrataron los auxilios de la Administración Nacional de Puertos e iniciaron el operativo rescate el día 24 del mismo mes a las 8.30 hasta el 28 de julio, día en que es interrumpido definitivamente ante lo infructuoso de los intentos”.

El Santa María ya no tenía posibilidades, aunque algunos optimistas todavía pensaban en rescatarlo. Sin embargo, esa playa de La Brava sería su último destino. Sólo restaba descargar la preciada madera que transportaba. “El 6 de agosto se inció la descarga de la madera, tarea que se extendió por varios días. A la semana de iniciados los trabajos, el día 13, y reinando un temporal, la marea subió 1,20 metros y se realizó un nuevo intento por zafar la varadura. Como consecuencia de esta maniobra el buque se inclinó peligrosamente 100 grados a estribor y no pudo lograrse ningún avance.

Debido a la maniobra realizada se inundaron las salas de máquinas y dínamos, constatándose una  importante fisura de banda a banda próxima a la popa del buque”, relata Tassano y de inmediato sentencia: “El día 11 de septiembre y como consecuencia de otro temporal terminó por quebrarse a la altura de la fisura antes mencionada; la popa quedó a unos seis metros del resto del barco”. A partir de ese momento, los hechos se vuelven un tanto más vertiginosos. Se trata de acelerar la descarga de la madera arrojando los troncos al mar y teniendo por cierta la teoría de que el reflujo del agua llevaría los troncos a la costa. El cálculo fue equivocado. “Al cambiar el sentido de la corriente dominante (la madera) fueron llevados mar adentro, para salir luego en diversos puntos de la costa atlántica hasta las inmediaciones de José Ignacio y aún más allá. Muchas personas aseguraron haber construido sus casas o parte de ellas con los tablones del barco recogidos en la costa”, dice Tassano.

Por su parte, lo que sí se logró rescatar fue comprado por empresas constructoras de Maldonado. En esos años no había libre importación así que ese ingreso voluminoso de madera hizo que Maldonado abasteciera a todo Uruguay de pino Brasil. Tassano termina de contar la historia y dice: “En la playa El Emir aún se ven fragmentos de la estructura del barco y a veces, en días serenos, al bajar la marea alcanza a divisarse parte del casco, mientras en muchas construcciones de Punta del Este y alrededores sobrevive la madera del Santa María de Luján, como legado de aquella madrugada de julio”. A su modo, el Santa María todavía vive en Punta del Este.