Si un color define a Punta del Este, es el naranja. Si un momento del día define a la península, es el atardecer. A esa hora, el color naranja es dueño y señor de estas tierras. Desciende elegante sobre el mar ayudado por el sol poniente. Se establece en los árboles y en las lagunas. El paisaje se zambulle en naranja.
Y no está nada mal que así sea. Porque el color naranja -un color que muchas veces fue el preponderante en las tapas de Punta del Este Internacional- de esta ciudad afecta directamente al humor del visitante, lo predispone mejor para la mejor de las noches. Es que ese color -muchas de las flores de Punta del Este también son naranjas- ofrece una paz espiritual y una alegría la cuerpo que no puede traducirse con palabras.
Según los estudios que se han realizado sobre los colores, el naranja combina la energía del rojo con la felicidad del amarillo y se lo asocia a la alegría, al sol brillante y al trópico. Además, predispone al entusiasmo, la felicidad, la atracción, la creatividad, la determinación, el éxito, el ánimo y el estímulo. Se trata de un color caliente, por lo que produce sensación de calor. Sin embargo, no contiene la agresividad del rojo. Y la visión del naranja produce la sensación de mayor aporte de oxígeno al cerebro, produciendo un efecto vigorizante y de estimulación de la actividad mental. La lista en estos estudios es mucho más extensa. Habla de juventud, de calidad de vida. Pero todas esas sensaciones, sin necesidad de leer ningún estudio, las conoce quien se ha sentado a contemplar un atardecer en la península, quien ha aplaudido las buenas noches del sol.
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