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Memorias de una bella dama

YOLANDA CLAVIJO
A sus 85 años, la empresaria y escritora Yolanda Clavijo recuerda con una lucidez y una vitalidad apabullantes la ciudad donde nació, creció y vivió toda su vida, Punta del Este. Retrato de un tiempo de ensueño en palabras de una mujer fascinante.

El pasado, esa sombra larga que para bien y para mal nos cobija a todos, siempre está presente. Y recordarlo nos vuelve plenos, nos alienta para los días por venir.

Yolanda Clavijo Enrique nació, se crió y vivió toda su vida en Punta del Este. Y tiene, entre sus muchas virtudes, el oficio de la escritura y el don de la memoria. Viene de una familia de siglos esteños. Su abuelo materno, Gervasio Enrique, fue uno de los primeros habitantes radicados en la península. Llegó en 1853, desde Entre Ríos, para trabajar en su oficio, el de pescador. Construyó su casa con los tablones de madera que el mar iba dejando en la costa. Tan bueno fue el lugar que eligió para su vivienda que a los dos años tuvo que mudarse porque en ese predio el gobierno decidió edificar el faro de Punta del Este. Pero esos dos años marcaron para siempre la relación de la familia de Yolanda con el mar: su abuelo Luis Enrique tuvo un barco Isabelita en el que transportaba las provisiones y los faeneros a la isla de Lobos. Su padre, Domingo Clavijo y su tío Washington fueron pescadores. Y ella no quiso romper con la tradición familiar, convirtiéndose en 1968 en la primera mujer en tener la licencia para explotar la línea de transporte entre Punta del Este y la isla Gorriti. Su marido, Diotismo Silvera -conocido en la península como Barril- manejaba el barco. Ambos seguían sus tradiciones familiares, la de ser pioneros. Yolanda hoy tiene 85 años. Sus hijos y sus nietos también nacieron y se criaron en Punta del Este. Siente que su vida es plena y que morirá como vivió, frente al mar. Ese mar que hoy recuerda en su último libro, Punta del Este y yo. Porque vale aclararlo, además de ser una empresaria, Yolanda es también una reconocida escritora que ha recibido premios por su poesía tanto en su país como en Brasil y en Chile. Pero Punta del Este y yo es su libro de memorias, de las memorias de su pueblito de pescadores. Yolanda busca en el mar, en el viento y en los pinares sus recuerdos. Ahí está por caso una Punta del Este de pocas casas bajas, todas con nombre y apellido.

«Quise escribir un libro diferente a todos los que se han publicado sobre Punta del Este. Mi intención es que no caigan en el olvido los personajes de mi infancia, de mi Punta del Este», dice.

Así, por las páginas de su libro, desfilan personas y personajes, como el médico argentino Niceto Lóizaga -quien fue director del Hospital Muñiz de Buenos Aires- que llegaba a Punta del Este en los primeros días de diciembre y se quedaba hasta mediados de marzo. Y durante su estadía y por muchos años fue el único médico de la península durante el verano. O el afilador de cuchillos y tijeras que pasaba ofreciendo su servicio por las puertas de las casas haciendo sonar una flauta. O Indalecio Lobato, dueño de un almacén en la Calle 9, que hizo socio a su hermano Antonio porque le salía más barato que ponerlo como empleado. O las lavanderas que bajaban hasta la parada 4, donde hoy está el Enjoy Conrad, para lavar la ropa en un curso de agua dulce que pasaba por ahí.

Las historias y las anécdotas se suceden, una tras otra, en este hermoso libro de recuerdos. Yolanda, con una lucidez apabullante, las va dejando caer con humor, con nostalgia, con tristeza, con alegría. Exactamente como es ella: una mujer vital a la que no le pesan los años porque, como suele afirmar,

«los que nacimos y nos criamos en Punta del Este somos fuertes».