Vivir entre el bosque y el mar – Astra

Con una ubicación privilegiada en la Parada 46 de Playa Mansa, nace un nuevo barrio privado frente al mar: un proyecto de 23 hectáreas con 72 lotes, que combina naturaleza, diseño y bienestar. A solo una hora y cuarto de Carrasco y a diez minutos del aeropuerto Curbelo, de Laguna del Sauce, este desarrollo —concebido por Guillermo Jacob y el armador griego Atanasios Lascaridis— promete convertirse en uno de los enclaves residenciales más exclusivos y armónicos de Punta del Este.
Con infraestructura completa, calles abiertas entre el bosque y servicios de primer nivel, el emprendimiento invita a vivir en equilibrio con el entorno, donde la historia, el mar y la vida sana se encuentran.

En la Parada 46 de Playa Mansa, donde el aire salino se mezcla con el perfume del bosque, el tiempo parece tener memoria.

Las costas de Punta del Este son bendecidas con la llegada de las ballenas francas australes durante las temporadas de invierno y primavera. Astra se encuentra en el lugar preferido por las ballenas para descansar, siendo un punto privielgiado para el avistamiento de las mismas.
Fue allí, en el siglo XVIII, cuando se fraccionó por primera vez este territorio que mira al Atlántico y guarda en su geografía la historia del desarrollo del Este. Desde entonces, los sueños sobre esta bahía se multiplicaron: una escollera para cruceros, una marina, proyectos de viviendas entre árboles que Rafael Viñoly llegó a imaginar suspendidas sobre pilotes de acero, para no cortar los pinos.

Antes de todo eso, cuando el mundo todavía se medía por mapas y brújulas, Charles Darwin navegó frente a estas aguas a bordo del Beagle.
Durante su estadía en Maldonado, recolectó aves, insectos y minerales, fascinado por el equilibrio entre el mar y la tierra.

Quizás sin saberlo, dejó escrita la vocación natural de este rincón: ser un laboratorio de belleza y vida.
Del hospital de los vientos al barrio de la calma
En 1963, el Estado uruguayo fundó aquí el Hospital Marítimo Dr. Alejandro Gallinal, un centro destinado a sanar con la pureza del aire y la fuerza del mar.
Se plantó un ibirapitá en homenaje a Artigas, árbol que aún sigue en pie, como testigo de un tiempo en que el viento también curaba.

El hospital funcionó hasta 1983, cuando se trasladaron los servicios al nuevo Hospital Departamental de Maldonado.
El edificio fue demolido, pero el alma del lugar —esa energía de recuperación y bienestar— quedó flotando sobre las dunas.
Hoy, ese mismo suelo vuelve a renacer, transformado en un barrio que celebra la vida y el paisaje.
El sueño compartido
El proyecto pertenece a Guillermo Jacob, “Willy”, y su socio griego, Atanasios Lascaridis, dos hombres unidos por una amistad de medio siglo y una pasión común: el mar.
Se conocieron en el mundo naval, firmando contratos y compartiendo travesías, hasta que hace veinte años compraron estas tierras.

Un día, frente al horizonte, el griego pronunció una frase que cambió el destino:
“¿Y si en lugar de hacer un barrio, simplemente nos quedamos a vivir acá?”
La idea fue madurando en silencio. Años después, decidieron avanzar con un desarrollo que respete la naturaleza.
La esposa del griego, amante del mar y de la ecología, posee en Grecia un barco con el que limpia las islas cercanas, retirando basura a su costo.
Ese gesto define el espíritu del lugar: habitar sin dañar, construir para convivir.
Infraestructura y diseño
El fraccionamiento se extiende sobre 23 hectáreas y comprende 72 lotes con vistas abiertas al mar.

Las calles se abrieron entre el bosque, siguiendo la forma del terreno, sin alterar su armonía natural.
Cuenta con saneamiento, luz eléctrica, agua corriente y fibra óptica, además de caminos amplios que se integran al paisaje.
Cada lote mantiene la proporción justa entre lo construido y lo verde: una urbanización pensada para preservar.

Desde Astra, el horizonte se abre en un arco perfecto: al este la punínsula despierta con el sol; a la izquierda, Punta Ballena guarda la última luz del día. En una sola mirada, el amanecer y el atardecer: 180 grados de belleza.
Desde la tercera fila ya se ve el horizonte; y al caer la tarde, el sol se oculta tras la silueta de Punta Ballena, recortando su perfil dorado sobre el mar.
Por las mañanas, el sol nace detrás del skyline de Punta del Este, tiñendo las aguas de luz rosada.
Ubicación y entorno
La ubicación del barrio es uno de sus mayores privilegios.
Desde Carrasco, se llega en apenas una hora y cuarto por ruta directa.
El Aeropuerto Internacional de Punta del Este está a diez minutos, y por la perimetral se accede fácilmente a La Barra, Manantiales y Rocha, sin atravesar el tránsito urbano.
Un punto exacto entre la naturaleza y la conectividad: lejos del ruido, pero cerca de todo.

El lugar y la vida
Aquí, el mar se toca a pocos metros.
Durante el verano, las regatas internacionales cruzan frente a la bahía; en septiembre, las ballenas francas australes descansan junto a sus crías; y cuando llega la temporada estival, las golondrinas anuncian su regreso.

El entorno es un canto de biodiversidad. Frente al barrio, el mar ofrece el escenario ideal para kitesurf, natación, remo o simples caminatas por la orilla.
La vida saludable se entrelaza con la calma: el cuerpo se mueve, el alma descansa.
El nombre que aún busca su estrella
Durante su desarrollo, el barrio ha tenido varios nombres: Astor, Astra, Barrio Marítimo.
Cada uno refleja una parte de su esencia: la brisa, la luz, la historia.

El cielo del barrio, mirando al sur. A las 21:30, la bóveda nocturna revela su mapa más austral: la Cruz del Sur se alza justo al frente, mientras Alpha Centauri, la estrella más próxima a nuestro sistema solar, brilla un poco más hacia el oeste, como una vecina silenciosa del infinito.
Tal vez el nombre definitivo aún no haya sido pronunciado, porque —como todo lo que nace del mar— necesita su propio tiempo de bautismo.
Será, sin dudas, un nombre que una cielo, agua y tierra.
Donde el tiempo se detiene
En este rincón donde Darwin recolectó especies, donde los enfermos respiraron salud y donde hoy la arquitectura vuelve a florecer, la historia se repite como un acto de vida.
El ibirapitá de Artigas sigue en pie, el viento del Beagle sopla sobre los pinos, y las nuevas casas asoman entre el verde con la serenidad de quien sabe que habita un lugar bendecido.
Un refugio frente al mar, donde la tierra cura y el mar respira.

Dirección: Parada 46 de Playa Mansa
- +598 93 555 000
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