Tragos, comida gourmet, aterdeceres y fiestas en la playa se imponen este año entre los jóvenes que disfrutan las playas uruguayas.
Un día en el Este siempre es “canchero”. Incluso con la lluvia torrencial y más aún si los que lo transitan son turistas argentinos. Desde el brunch al sunset, podría decirse. De La Barra a José Ignacio. Qué se come, qué se toma y cómo se disfruta la “temporada argentina” en Punta del Este.
Como lo “canchero” no es sinónimo de exclusivo pero tampoco es excluyente, Fish Market, en Manantiales, es el restó cool relajado preferido por los que paran a 12 kilómetros de la península. “Hoy es especial porque está lloviendo y van a venir antes. Pero el almuerzo para los argentinos no arranca antes de las tres de la tarde”, cuenta a Clarín Martín Zaiden, su chef “argento”.
La actriz cordobesa Justina Bustos (Historia de un clan y, próximamente, Los que aman odian) cumplió el vaticinio y ahí estaba, en pleno temporal, apenas pasado el mediodía. “Lo que más piden es el pulpo al olivo ($ 540 URU – $ 309 argentinos) y el ceviche (de salmón, $ 695 URU – $ 398 AR; de atún, $ 790 URU -$ 418 AR)”, detalla y la comanda se aleja de los cornalitos fritos -en Punta son langostinos y se dicen fish and chips- del puerto de Mar del Plata.
En esta nota se arrancó por lo salado. Se evitaron las clásicas Medialunas Calentitas (detrás de la Ancap, en La Barra, hay con dulce de leche, crema pastelera y dulce de membrillo a U$S 1,60 cada una) porque a la mañana “estamos detonados”, dicen los millennials argentinos que se quedan durmiendo.
Para los turistas más maduros y los que están en plan familiar -excepto los que, iPod en brazo, salen a correr por la ruta 10 a las 8- el día arranca a las 10:30 u 11, en Mahalo, La Barra. Allí hay smoothie bowls, nombre difícil para un licuado más espeso que el tradicional de maracuya y leche condensada ($ 120 argentinos) con toppings, una capa de frutas cortadas o granola casera. La limonada de menta y jengibre -que se ve más que el Fernet en el Este- está $45 argentinos.
Después de ese brunch o del pulpo, “sale parador”, dice Mariú Alvarado (16), que vive en Vicente López. Se refiere al de la playa Montoya, la elegida por surfers y chicos argentinos de entre 14 y 17 años, esos que ayer que no pudieron entrar al Corona Sunsets Musical Festival (en el Balneario Buenos Aires) por ser menores de edada, pero que se las ingenian para tomar alcohol a la tarde en la arena sobre mantas hindúes y a la noche en las fiestas “de las casitas”. Se le dice así a las quintas alquiladas a charrúas por grupos de amigos luego de una “vaquita” que arrancó a mitad de año.
Sobre este tema, Diego Echeverría, secretario general de la Intendencia de Maldonado, dijo a Clarín que van “a implementar multas muy estrictas (superiores a los U$S 2 mil) por ruidos molestos contra los propietarios, para desalentar este tipo de fiestas privadas, que fueron un problema la temporada pasada”.
Lejos de esas sombras, Playa Bikini, en Manantiales, es lo que sigue cuando el sol acompaña y los argentinos quieren “instagramear” una selfie desde los clásicos camastros blancos de Bikini Beach. En ese parador reina la electrónica y nunca la cumbia pop de los uruguayos de Rombai (tocarán el jueves en el paseo de compras OH! La Barra).
Y, en esto de las diferencias, si en Buenos Aires se dice “un Campari”, en Punta del Este se pide “un Aperol”. También con naranja, es menos amargo, tiene la mitad de graduación alcohólica, y se cobra $ 125, promedio, en los paradores del Este.
Puede que los argentinos todavía no se hayan acostumbrado a los mocasines peludos de Gucci (U$S 995) -se rumorea que “llegaron a Punta” pero sólo se ven en los Instagram de las it girls que se muestran en Bagatelle (Ruta 10, Parada 48)-, pero ya se adueñaron de los sunsets, como se le llama a recibir el atardecer bailando con los pies descalzos y la arena fina entre los dedos.
En el abanico de “atardeceres” de Punta, en La Susana, en José Ignacio -zona de millonarios y celebrities como “Pico” Mónaco y Pampita- la playa muestra a los argentinos casi “uniformados” del color clotted cream (crema cortada). También piden el aperitivo del verano: “un Spritz” (Aperol, pomelo, pepino y espumante) y lo pagan $ 195.
Año a año, las costumbres argentinas en el Este se reinventan. Con no demasiadas variantes, es verdad, pero siempre todo bien cool.
Fuente: Clarín