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Empresas y Estilo de Vida

Jesús Rama – Confieso que he vivido

Jesús Rama junto a su familia después de más de 40 años de trabajo. Un inmigrante que llegó sin un duro desde España a Montevideo. Hoy consagrado a su familia.

El 9 de enero se jugó en el Club del Lago la Copa Jesús Rama, auspiciada por Punta del Este Internacional. Este torneo lleva el nombre de su figura excluyente, el empresario fundador de Pontyn S.A. quien, a sus 83 años, participó del evento ganando un trofeo. Dueño de una vida intensa, repleta de anécdotas, Jesús Rama se convirtió en uno de los empresarios más exitosos de Uruguay, país al que llegó casi sin un centavo a los 19 años, proveniente de España.  

Jesús Rama en sus años mozos. Un empresario que llegó a Montevideo, Uruguay desde España, superando desde muy joven toda clase de dificultades.

La historia de Jesús Rama Castro contiene muchas vidas. Innumerables anécdotas matizadas, siempre, por un aire casi quijotesco y por un fervoroso deseo de vivir en forma plena, auténtica. Hay, en sus 83 años, aventuras, un gran amor, refranes, éxitos económicos, hijos, grandes partidos de golf, sacrificios, una fuerte dedicación al trabajo, amistades, nietos. Y cada una de estas historias, Jesús Rama la cuenta como si la hubiera vivido en las últimas 24 horas. Hay cierto placer en su relato que deriva de la convicción de quien sabe que ha cumplido con su parte en este teatro de situaciones llamado vida. Y este 9 de enero, en el Club del Lago, volverá a cosechar una nueva historia para incorporar a su relato. Ese día, se jugará la Copa Jesús Rama, un torneo de golf que le rinde un merecido homenaje y es auspiciado por Punta del Este Internacional.

«Mi relación con el golf empezó hace 10 años, cuando ya había cumplido los 73. Hasta ese entonces, el único deporte que había practicado en mi vida había sido el trabajo», asegura Rama desde Montevideo, la ciudad que lo cobija hace 64 años, cuando el 29 de septiembre de 1956, con 19 recién cumplidos, bajó del barco que lo traía desde España.

El Monte Urbasa, el barco que lo trajo desde España durante la Guerra Civil, cuando Rama tenía apenas 19 años.

Antes del barco -el Monte Urbasa, un buque de carga y pasajeros-, la vida había transcurrido en su La Coruña natal, más precisamente en el pequeño pueblo de Xoares. Nacido en 1937, tercero de siete hermanos, Jesús pronto supo que el trabajo era su destino. «No íbamos a la escuela, teníamos que trabajar la tierra. Yo me eduqué con refranes», recuerda. Y uno de las primeras frases que aprendió de su padre fue: «El trabajo dignifica y hace grandes a los hombres».

Así transcurrió su niñez y adolescencia: siembra, cosecha y cría de animales. Un ciclo que debía cumplirse tanto con el frío del invierno como con el calor sofocante del verano.  Ese espíritu campesino y frugal lo constituyó durante los primeros años de su vida. Pero en la Europa de aquellos años, había un fantasma  que asustaba a todos, incluso a aquellos que vivían alejados de las grandes ciudades como los Rama. Y ese fantasma se llamaba guerra.

Jesús había nacido durante la Guerra Civil que terminó encumbrado al dictador Francisco Franco en el gobierno de España. Y había transitado su niñez durante la Segunda Guerra Mundial, con su país aliado con Alemania, Italia y Japón. Sin embargo, a diferencia de Hitler y Mussolini, Franco no perdió el poder después de la derrota del Eje. España se aisló de la  Europa democrática y la dictadura franquista se volvió todavía más dura. Para su adolescencia, el mundo en general y Europa en particular comenzaban a desandar los años de la guerra fría. En España, el servicio militar era obligatorio, cruel y duraba años. Frente a ese futuro inmediato, la suerte de Jesús parecía poco propicia. Por eso, la mejor apuesta estaba en el puerto y tenía forma de barco. «Me fui de España para huir de las posibilidades de una nueva guerra y del servicio militar», asegura. Así, el 8 de septiembre de 1956 se subió al Monte Urbasa que 20 días después lo dejó en el puerto de Montevideo.

Primeros años uruguayos

En esos mediados de los años 50, no tener dinero para un español era andar «sin un duro». Jesús Rama llegó a Montevideo en una situación muy cercana a esa: tenía en sus bolsillos 20 pesetas, unos cuatro dólares. Por eso, ni bien llegado, fue en busca de un trabajo. Y lo encontró como empleado en un almacén. «Yo sabía muy bien lo que era trabajar mucho. Y cuando llegué aquí lo que hice desde el primer día fue trabajar mucho y sin descanso», afirma.

Rama en su juventud junto a su esposa, a quien conoció haciendo un reparto durante su primer trabajo en el almacén ubicado en la calle Manuel Alonso de Montevideo.

Luego del almacén, donde fue muy apreciado por los dueños al punto que no lo querían dejar ir, Jesús trabajó en otros locales de servicios como almacenes y bares. Y un día, entregando un pedido en una casa particular, vio por primera vez a la mujer con la que compartiría el resto de su vida y con la que tendría 5 hijos: Teresa Toscano. «Ella siempre iba de acá para allá con su hermana. Y ni siquiera me miraba, ni me saludaba. Pero un día me enteré que iba a ir a un baile y decidí que esa era mi oportunidad para hablarle. Y eso hice», cuenta Jesús. Por supuesto, no fue sencillo conquistar a «Teresita». Hubo muchas tardes de charlas -siempre acompañados por los padres o por la hermana de ella-, después días oficiales para cenar en la casa de los Toscano -primero los domingos, más tarde también los jueves- y, por supuesto, el riguroso pedido de mano al padre de su novia, don Gaetano. «Yo estaba muy nervioso, así que no sabía qué decirle. Ellos en la casa tenían una parra y lo primero que se me ocurrió era decirle a mi futuro suegro que las uvas todavía estaban verdes», se sincera para agregar de inmediato: «Finalmente me animé a pedirle la mano de su hija. Mi suegro fue un hombre que me quiso mucho. Y un día, las uvas de la parra maduraron y Teresita y yo nos casamos».

La ciudad de Montevideo, donde Jesús Rama se afianzó y desarrolló como empresario junto a su familia.

Fue en 1962 el casamiento. Meses antes de la boda, Jesús compró su primer almacén, ubicado en la calle Manuel Alonso de Montevideo. También contrató a su primer empleado, Enrique Pérez, quien terminó trabajando con Jesús hasta que se jubiló, hace ya unos años. «Somos muy amigos. Eso para mí es muy importante», dice. El almacén le demandaba trabajo y más trabajo pero esa era una gimnasia que Jesús, ya con 25 años, manejaba a la perfección. «Lo fundamental es construir, lo que se aporta a la vida siendo fiel a tus principios. No importa el dinero, no importan los títulos, sino andar por la vida con honor, cumpliendo tu palabra. Lo importante es la familia», afirma. Y a eso se abocaron Teresita y él: tuvieron 5 hijos.

Por supuesto, hubo altas y bajas. Momentos de poco dinero, de pérdidas importantes. En 1967, después del nacimiento de sus hijos Antonio y Daniel, cumplió uno de sus sueños: regresar a Galicia. Y, al regreso, fue por otro: instalar un negocio mayorista. Pero este segundo hito no salió como pensaba: comenzó bien pero a los cuatro años la situación desmejoró, tanto que perdió todo lo que había conseguido en sus años de trabajo. «Quedé en la calle, pero sin deudas», dice. El gesto de cumplir con sus obligaciones sería fundamental en el futuro, a la hora de abrir su empresa Pontyn S.A..

Al borde del abismo

Pontyn S.A. comenzó como almacén mayorista en la calle Arenal Grande y Justicia, en Montevideo. Los comienzos fueron lentos, incluso complicados. Y aún no había pasado lo peor: un día, casi a la hora del cierre, entraron al local a robarle. Los ladrones querían dinero y Jesús le dio el poco efectivo que tenía. La situación fue escalando en violencia: mientras Jesús pedía que no lo mataran porque tenía hijos chicos y una hija de sólo diez meses, uno de los ladrones le ordenó al otro, «Matalo que tiene poca plata». Fueron varios tiros a quemarropa. Cuando los ladrones huyeron, Jesús estaba en un charco de sangre. Como pudo, llegó hasta la vereda. Para su fortuna, su vecino Raúl lo vio y lo trasladó al Hospital de Clínicas. Pero al llegar, el médico que lo vio consideró que era un caso perdido. «Está desangrándose, tiene las uñas negras. No lo podemos salvar», dijo. Otra vez los dados bailaban en el aire. Y cayeron, para suerte de Jesús, bajo el nombre del doctor Barquet, quien -a pesar de lo que decían los médicos de la guardia-  ordenó llevarlo de inmediato al quirófano. «¡Sangre y suero, al quirófano ya! ¡Vamos a intentarlo!», gritó el médico.

Jesús Rama – Una vida dedicada al trabajo, que debió atravesar muchas adversidades, pero con un final feliz.

La operación fue exitosa pero Barquet no quería excederse en la esperanza. Cuando habló con Teresita, le dijo: «Él tiene muchas ganas de vivir. Es un luchador. Pero debemos lograr que despierte en las próximas  72 horas. Hasta acá, hicimos todo lo posible». La situación era en extremo grave porque las balas le habían perforado el hígado y un pulmón.

Contra todos los pronósticos, Jesús despertó. Lenta, muy lenta fue la convalecencia. Pero de a poco fue mejorando. Su mujer y los chicos estaban a su lado y Teresita se ocupaba de abrir todos los días el negocio. «Yo ya estaba muerto, yo ya sé lo que es morir. Cuando nos morimos, todo se vuelve polvo, tierra, pero hay algo que no muere. Unos dicen que es el alma, el espíritu, pero hay algo que queda ahí y no muere, hay algo que no muere, porque a mí me pasó», dice Jesús.

A mediados del 70′, Jesús Rama retornó a Galicia para visitar a su madre.

La experiencia al borde de la muerte, lo llevó nuevamente a Galicia: quería visitar a su madre. Era el año 1975 y todo estaba a punto de cambiar porque durante esa estancia en España fue en una tasca de Carballo donde se encontró con un amigo de la infancia, Chicho Calvo. Y durante esa charla, decidió comprar las primeras 50 cajas de Atún Calvo y convertir a su empresa Pontyn en una importadora de delicatessen.

Pontyn, importadora con más de medio siglo de vida, líder en la importación de variados productos delicatessen que a diario eligen los uruguayos.

El emigrante

El negocio prosperó rápidamente. Pontyn S.A se mudó y se volvió una importadora que no paró de crecer desde entonces, convirtiendo a Jesús Rama en uno de los empresarios más exitosos de todo Uruguay. En la década de los 80 comenzó a etiquetar alimentos con su propia marca, El Emigrante. Y se estableció como el principal referente en importaciones de productos comestibles de alta gama introduciendo en Uruguay marcas españolas, italianas, argentinas de productos gourmet. Así a los productos Calvo le siguieron otras marcas como Antiu Xixona, Delaviuda, Doña Jimena, Carmencita, Estrella Galicia, Dani, Bettanin.

Jesús Rama junto a su hijo Daniel y equipo de trabajo de Pontyn.

Pero las grandes anécdotas continuaron en sus viajes de empresario. En esa misma década del 80 viajó a Cuba. Cuando llegó al hotel, se anunció -un poco en broma, un poco en serio- como Jesús Rama Castro, familiar del Comandante Fidel Castro. «No habían pasado 20 minutos y me llama la recepcionista, me pide que la acompañe. Voy con ella y me lleva a un piso más arriba. Abre una puerta y ahí había un televisor grande que decía: Bienvenido Señor Rama Castro, disfrute su estadía. Yo no lo podía creer. Nos ofrecieron de todo, lo mejor que tenía y fue todo gratis. Entre otras cosas, comíamos carne argentina porque el chef del hotel era argentino. Por las dudas, le dije a uno de mis hijos que no dijera nada, que le siguiéramos la corriente. Fue un viaje sensacional», relata.

Todo el equipo de trabajo detrás de Pontyn, una de las empresas líderes de la actualidad, que comenzó como un almacén mayorista en la calle Arenal Grande y Justicia, en Montevideo.

Jesús, con sus productos importados, siempre siguió ligado a su España natal, algo que también tuvo su correlato en Montevideo. Forma parte del Centro Gallego de Uruguay, durante años bailó la jota y la muñeira en el grupo Raigames, fue dos veces presidente del Rotary de Uruguay y colabora con el Hogar Español con productos españoles de su empresa.

Equipo de Golf y amigos de Pontyn, importadora que se ha consolidado hasta convertirse en un referente del Uruguay.

Hoy ya no trabaja en Pontyn. La importadora, que es dirigida por su hijo Daniel, cuenta con 6.000 clientes activos, más de 1.000 productos en su cartera y le da trabajo a más de 300 familias en Uruguay. Él, ya con 83 años, pasa sus días junto a su mujer, sus hijos y sus 11 nietos.

Jesús Rama y una de sus más recientes pasiones, el golf, deporte con el que llegó a participar del Mundial de Golf Senior, en California, representando a Uruguay.

 Y su pasión desde hace 10 años es el golf que juega junto con sus amigos, con quienes también participa de torneos. «Hace dos años ganamos el Mundial de Golf Senior representando a Uruguay, en La Costa, California, cerca de San Diego. Tengo ya unos 30 trofeos en el golf. Es un juego que me encanta. Es mi gran vicio», asegura. También, entre sus trofeos, cuenta con los tres récords Guinnes que detenta su empresa como, entre otros, «el guiso de lentejas más grande del mundo».

Jesús Rama ya atesora más de 30 trofeos de golf. Participó en el campeonato del Club de Golf, torneo auspiciado por Punta del Este Internacional

Cuando habla, Jesús Rama, parece un hombre satisfecho. Y también un hombre agradecido. Su voz tiene un brillo particular cuando resume sus días y sus noches diciendo: «Me siento una persona apreciada por mis amigos. Tengo un gran amor en mi vida que es Teresita, tuve 5 hijos y 11 nietos. Me siento orgulloso de haber formado un hogar digno».