Todos los miércoles, como un ritual, se reúnen para almorzar y conversar sobre sus vidas y sobre el mundo en general. Son mujeres de distintas edades que han encontrado su grupo de pertenencia y lo defienden en cada uno de sus actos. Las terraceras se complementan y se hacen fuertes teniendo distintos puntos de vista, opiniones diferentes y un gran cariño por el grupo humano que han formado.
Se llaman a sí mismas las terraceras y tienen dos puntos de reunión constantes, uno tecnológico, virtual, y el otro físico y real. El punto de encuentro virtual es un chat que alimentan con historias, opiniones, anécdotas y humor sobre los temas más diversos: cultura, política, vida cotidiana. Y el punto de encuentro real es Punta del Este: como un ritual, se reúnen todos los miércoles para almorzar y compartir sus ideas, su visión del mundo y de la vida, sus estados de ánimo. Es un grupo de mujeres de distintas edades que han elegido a sus iguales y comparten con ellas tanto las alegrías como las tristezas.
Como tal, el grupo se formó en 2015 en Buenos Aires y la fundadora fue Patricia Escurria. «Ese año, ella había perdido a su hija y el grupo le sirvió para sobrellevar en parte la pena. Para mi es el recreo, en medio de mi trabajo diario en Punta del Este. Son los miércoles de terraza donde, compartiendo un almuerzo, una salida o una charla se fue fundamentando el vínculo. Somos mujeres de todas las edades y nos fascina juntarnos para contar nuestras cosas y opinar sobre los asuntos más diversos», asegura una de las integrantes, Alejandra Covello, dueña y directora de Inmobiliaria Covello Internacional.
«Desde el principio fue muy importante el concepto de grupo abierto porque eso nos permite seguir incorporando a nuevas terraceras. Somos un grupo de amigas con una gran capacidad de calidez, aceptación, tolerancia y cariño. Sabemos que siempre estamos. En verano se disfruta más porque todas estamos en Punta del Este, aunque muchas nos hemos mudado definitivamente a la ciudad balneario.
Con el grupo disfrutamos las cosas buenas que nos pasan y nos acompañamos en las cosas malas. Muchas somos muy distintas entre sí pero nos queremos por sobre nuestras opiniones y modos de vida», dice Raquel Pulido Amado.
Otro sitio de encuentro es Buenos Aires, aunque ahora está perdiendo relevancia porque buena parte de las terraceras se mudó de manera permanente a Punta del Este. «En 2019, decidimos mudarnos definitivamente a esta ciudad porque Argentina y su gobierno ya no se bancaba más. Acá encontramos paz y una significativa baja en el nivel de agresión cotidiana. Y soy feliz porque vivo en la ciudad en la que viven mis mejores amigas: Raquel, Susana Puchetta. La pasamos bomba. Aparte, hemos logrado que nuestros maridos también se lleven bien entre ellos, así que las condiciones son ideales», afirma Analia Rodríguez.
Felicidad en grupo
«Mi marido Arturo siempre decía que si uno no tiene amigos en un lugar, por más hermoso que fuese el sitio, al final no va a funcionar. Y tenía razón. Por eso me gusta tanto Punta del Este, por los muchos amigos que tengo en la ciudad. Y sobre todo, por las terrazeras, por este gran grupo de mujeres que mejora la calidad de vida», sostiene Betty Leiser.
El sentimiento de camaradería se percibe en el aire. Las terrazeras forman una verdadera familia. Se hacen más fuertes en conjunto. Por eso, disfrutan tanto de sus encuentros y de los veranos esteños. Para algunas de ellas, como Raquel, el grupo es diferente a otros grupos porque, entre ellas, pueden «mostrar las sombras y aquellas cosas que habitualmente suelen ocultarse. Tenemos una gran capacidad para mostrar con mucho humor ciertos costados de nosotras que no enseñamos en otros ámbitos», afirma.
Su caso es particular porque hace 10 años decidió con su marido instalarse definitivamente en Punta del Este. «La ciudad dejó de ser el sitio donde vacacionaba 2 o 3 meses para convertirse en el lugar donde vivíamos. Al principio no fue fácil porque en ese entonces Punta del Este era una ciudad de temporada y después de Semana Santa -que acá es la semana del Turismo- se cerraba todo, hasta los semáforos se apagaban. Para no volverme loca, me empecé a anotar en todos los cursos que había en la ciudad. Bibliotecas, exposiciones, cine, de todo. Me conecté con gente que cocinaba más sano y por supuesto hice los cursos de cocina. Me tomaba todo con una gran seriedad y compromiso. Finalmente, cuando conocí a terrazeras descubrí un grupo de mujeres muy interesante: inteligentes, un grupo heterogéneo con personas que tienen distintas profesiones y actividades y un gran sentido de la sensibilidad femenina pero practica. Mujeres que no fueron por la vida apoyándose en un hombro masculino. Y eso hace que el grupo tenga una entidad personal».
Susana Pucheta cree que el grupo es su otra familia y está formado por las personas que ella eligió como su segunda familia. «Son todas mujeres muy auténticas, buenas personas y amorosas. Ahora, cuando tengo que irme de Punta del Este, me pongo muy triste porque dejo a parte de mi felicidad con ellas. Por eso, cada vez que puedo, vuelvo para reencontrarme con esa felicidad», dice.
La última en hablar es la fundadora del grupo, Patricia Ernestina Zulema Escurria. Para ella, es prioritario el buen humor y los amigos. «Mi suegro era uruguayo y la primera vez que vine estaba embarazada de mi hija Luz. Eran los años 60 y lo que más me gusto de la ciudad fue el restaurante Mariskorena. Muchos años después me instale en Manantiales que era lo más parecido al campo con mar. Fue una época maravillosa pero finalmente llegaron los chiringuitos y las 4×4 y decidí irme de allí. Finalmente, llegué a Punta Ballena y creo que nunca me voy a ir de este lugar que es único. Con todos estos cambios, lo que descubrí es que los mas importante son los amigos. Y descubrí también que no hay una Punta del Este sino que hay miles. Cada uno elige la suya. Y la mía tiene a las terraceras, a todas y a cada una de ellas, como uno de sus puntos más importantes».