Tras la victoria electoral de Mauricio Macri en Argentina mejoró el ánimo de los clientes de Punta del Este, pero los dólares aún no llegan. Así observa el panorama de la futura temporada turística el presidente de la Asociación de Inmobiliarias de Punta del Este, Francisco Bistiancic.
«Hay una especulación con el tema electoral, parece una excusa porque no va a cambiar nada. La temporada parece que será parecida a la anterior, con algunas actividades a la baja, pero el clima todavía no ayuda», aseveró el empresario.
El primer análisis que hacen los empresarios es que el principal balneario uruguayo se enfrenta a tres grandes problemas: la devaluación brasileña, la inestabilidad argentina y la debilidad de su moneda y el costo de vida en Uruguay.
No obstante, el fuerte de Punta del Este es su amplio abanico de opciones y precios. Bistiancic mencionó que hay residencias que pueden ser arrendadas por US$ 80.000 en la primera quincena en zonas muy cercanas al mar y con amplios terrenos parquizados. Pero la oferta puntaesteña también incluye pequeños apartamentos en la península para cuatro personas a US$ 1.500 la quincena. Son muy pocos apartamentos y, por lo general, son los primeros en ser colocados, dijo Bistiancic.
En lo que hace a la oferta gastronómica en la temporada pasada se hizo famoso un chivito que se vendía por $ 800. Sin embargo, a pocas cuadras del lugar se conseguía un producto similar a $ 150, recordó.
Debido a los movimientos monetarios de Uruguay, algunos arrendamientos han bajado por efecto directo de la suba del dólar, moneda en la que se hacen todas las transacciones inmobiliarias en Punta del Este.
«Lo que suceda en nuestro país determinará, en parte, lo que suceda también el próximo verano en Punta del Este», se expresa en una crónica del diario argentino La Nación. «Si con el cambio de gobierno habrá o no un nuevo tipo de cambio, una anunciada devaluación o una continuidad del cepo al dólar, son factores que influirán directamente en el flujo de turistas argentinos hacia la costa uruguaya».
Fuente: El País