Son esa clase de fenómenos que no necesitan de datos para ser confirmados: Punta del Este está llena de brasileños. Literalmente.
Si uno, por ejemplo, sale a caminar por la rambla, va a la playa o a cenar y quiere chusmear las conversaciones de los vecinos, aquí va un consejo: va a tener que aprender portu- gués. Todos parecen estar hablándolo.
La zona de influencia brasileña parece ser la península cerca de puerto (y cerca del Conrad) y la avenida Roosevelt a la que le encuentran claramente un encanto pero, cada vez es más evidente, se han expandido al este, el oeste y más allá. Son en general elegantes, compran bastante y las brasileñas, justo es decirlo y con todo respeto, son muy llamativas.
“La llegada de brasileños no sorprende”, dice Antonio Carámbula, subsecretario de Turismo. “Es un crecimiento soste-nido a base de trabajo y pro-moción tanto público como privado”.
El mayor esfuerzo privado parece haberle hecho el Conrad que, de acuerdo a fuentes del propio hotel, ha estado trabajando a capacidad colmada desde poco antes de la navidad. Y casi todos sus pasajeros son brasileños. Los chárteres que trae, principalmente de San Pablo, también han estado agotados. El hotel no brindó cifras oficiales sobre la cantidad de turistas que está alojando.
Es evidente que es zafra. Los brasileños aprovechan el llamado Reveillon, sus tradicionales festejos de fin de año para ganarle al año unas vacaciones que van desde unos días antes de la Navidad hasta alrededor del 8 de enero. Después de eso, Punta del Este vuelve a hacer hispanoparlante.
Pero por ahora, todo es verde y amarillo. La mayoría de los lugares para bailar —que desde hace décadas estaban dominados por el gusto argentino— hoy están llenos de música brasileña (y de discjockeys brasileños) en general con éxitos que solo ellos conocen. El reciente recital de Deadmau5 en el estacionamiento del Conrad, parecía un concierto en San Pablo. Y en los bares, los propietarios y los mozos chapucean cada vez más seguido un portuñol bastante forzado que no todos parecen dispuestos a mejorarlo.
Los brasileños son lo que los porteños a la península en décadas pasadas: amos y señores. Los argentinos, igual, solían por lo menos quedarse todo enero, estos otros vecinos se van más rápido.
De acuerdo a cifras oficiales en 2013 llegaron a Uruguay (no exclusivamente a Punta del Este), 400.000 brasileños, convirtiéndose en el segundo contingente de turistas (los primeros, obvio, siguen siendo los argentinos) y, aunque no están las cifras actualizadas, desde el ministerio de Turismo se presume que en 2014 hubo un aumento de alrededor del 20%. Igual no alcanza para cubrir la expectativa oficial de 500.000 brasileños para el año.
De los brasileños que eligen Uruguay, unos 170.000 son cruceristas que, inevitablemente, hacen escala en el balneario. Pero las agencias de viajes brasileñas cada vez ofrecen más paquetes que incluyen pasaje y hotel. Y el Conrad ha abierto algunos de sus vuelos charter a paulistas y cariocas que no se alojan en el hotel.
Caro pero igual gastan
El nivel de gasto del turista brasileño es mayor que el de los argentinos, por ejemplo. Y eso que Punta del Este como destino se ha masificado. Hace algunos años se limitaba a un grupo con mucho poder adquisitivo que llegaba principalmente de San Pablo pero hoy, la gran mayoría, son de clase media alta y de Río Grande del Sur y de Santa Catarina. Sin embargo siguen gastando mucho.
“Está un poco caro, pero es normal”, dice Marcio, un turista de Santa Catarina que paseaba ayer por la zona de los dedos de la Brava. “Los países que reciben mucho turismo es normal que sean un poco más caros”. Lo que le gusta de Uruguay es que “acá todo el mundo conversa. La gente aquí es tranquila y hospitalaria”. Es un turista ganado: dice que piensa volver. Un brasileño, un hermano.
En los últimos años, el Estado uruguayo ha estado invirtiendo mucho en el mercado del sur de Brasil, incluso en ciudades más chicas como Pelotas o Río Grande, donde una nueva clase media está dispuesta a pagar si lo que se le ofrece le interesa.
Lo que se ofrece, de acuerdo a Carámbula, son varias cosas. Por un lado seguridad pública, sí, pero también seguridad en la calidad de las aguas y que, por ejemplo, Uruguay es el único país libre del dengue en la región. A su vez, dice el jerarca, el sistema de tax free (anglicismo para libre de impuestos), ayuda a que, a pesar de lo que diga Marcio, a los precios competitivos se sumen unos descuentos interesantes en una amplia variedad de productos.
Otros, como José Pereira, presidente de la Cámara Empresarial del Departamento de Maldonado, piensan que los precios no son tan competitivos pero que el comerciante corre con gastos que terminan encareciendo algunos productos durante la temporada.
La seguridad, además, es también un debate. “Alquilamos y fuimos asaltados en Beverly Hills”, dice a El País el portoalegrense Ricardo Santos; Beverly Hills es uno de los barrios más residenciales de Punta del Este. “Quizás ven la chapa de Brasil y piensan que se trae mucha plata para acá”. Igual, aclara, “no me planteo dejar de venir por- que en Brasil es mucho peor”. Esa es una ventaja sobre la que, igual, Uruguay no debería descansarse.
La segunda casa
A pesar de que todos los analistas y conocedores, avisan que el turismo brasileño es más bien “hotelero” y el éxito del Conrad lo demuestra, empieza a notarse, dicen, un creciente interés en comprar propiedades como segunda vivienda.
“Están comprando apartamentos”, dice la agente inmobiliaria Nana Lavagna. Ella, junto a otros inversores y promotores (entre ellos el estudio Guyer Regules, Weiss y emprendimiento Los Caracoles que es de un brasileño de Curitiba) empezaron a ir en mayo del año pasado a Pelotas y Río Grande, que están a cuatro horas de automóvil de Punta del Este. Son zonas, además, que están disfrutando de un boom agropecuario importante por ejemplo gracias a la soja.
Carámbula también confirmó esa novedosa tendencia brasileña de comprar inmuebles en Punta del Este.
“Es una clase media alta bastante parecida a la nuestra, son profesionales o propietarios de campo”, dice Lavagna. “No les gusta hacer alarde y mantienen un perfil bajo”. Están comprando apartamentos por la zona de la Roosevelt y la Brava en el rango que va de los 250.000 a 350.000 dólares.
El año que viene, Lavagna tiene planeado hacer eventos para potenciales compradores en ciudades como Santa María, Bagé e incluso Curitiba. “Son ciudades riquísimas”, dice.
Cambio de paradigma
El nuevo origen de los turistas obligaría, además, a un cambio en el tipo de oferta del balneario. El brasileño es más ostentoso y viene a buscar calidad de vida y seguridad pública, dos características que no siempre tienen en sus playas. Y el glamour les encanta.
“Punta del Este históricamente está hecha a gusto de los argentinos porque fueron ellos con los uruguayos los que crearon el balneario”, dice el alcalde Martin Laventure. “Eso nos plantea desafíos porque las demandas son distintas y es una realidad a la que nos tenemos que adaptar”.
Para el jefe del municipio local lo que vienen a buscar los turistas es, precisamente “glamour, una seguridad que no encuentra en sus playas y un buen nivel de servicios”. Es un turismo “más exigente” que incide en que mejore la oferta.
Están todos de acuerdo, pero según Carámbula, el subsecretario de Turismo, no todos están a la altura de ese crecimiento. “Aunque hay mejoras no necesariamente todos se ponen al nivel” de las nuevas exigencias, dice.
“Se ha conseguido una mayor versatilidad en cuanto a servicios pero hay que seguir capacitando”, dice Laventure. En lo pendiente, por ejemplo, está “el tema de los idiomas para los funcionarios públicos y también para los del sector privado”, principalmente el portugués porque “la gran apuesta es seguir creciendo particularmente en Brasil”, según el alcalde.
“El turista brasileño es distinto al argentino como cliente”, dice Pereira, de la Cámara Empresarial del Departamento de Maldonado. “Es más distendido y si algo no le gusta, lo deja pasar. Siente que está de vacaciones y no se molesta por nada”. Son más parecidos a los uruguayos.
La cámara que preside organizó por primera vez este año algunos cursos para sus asociados centrados en atención al cliente y enseñanza de portugués “y esperábamos un poco más de convocatoria”. Eso quiere decir que “no hubo mucho interés en un par de deudas que parecerían fundamentales para retener al turismo brasileño”. No hay nada mejor para que un turista se sienta en casa que hablarle en su idioma. Y eso no solo incluye a los que los atienden sino detalles como, por ejemplo, la cartelería. Estamos lejos de eso.
Fuente: El País