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Cuando el arte nos vacuna contra el olvido

Después de pasar por la terrible pandemia ocasionada por el coronavirus, los países empiezan a retomar sus actividades. Uruguay abrirá sus fronteras de manera definitiva el 1 de noviembre y, algo similar, ocurre en los países vecinos. Mientras esto ocurre en el Cono Sur, en la capital de Estados Unidos, Suzanne Brennan Fisttenberg, una artista social, montó una instalación con 700 mil banderas blancas (el número de muertos por Covid en su país), en cada una las cuales los visitantes podían dejar un mensaje en memoria a sus seres queridos fallecidos. Arte participativo y de impacto, para recordar a los que ya no están, pero sobre todo, para concientizarnos de la importancia de la vacuna, un regalo que la ciencia nos hace para preservar no sólo nuestra vida sino también la de los demás.

La instalación montada por la artista social Suzanne Brennan Fisttenberg en Washington: 700.000 pequeñas banderas blancas que hacen referencia a todos los muertos por coronavirus en Estados Unidos. La obra se llamó In America: Remember.

En estos días, en plena pos pandemia, es posible comenzar a evaluar la situación de cada país luego de los terribles meses donde el Covid-19 hizo estragos en el mundo entero. Uruguay fue uno de los países de América Latina que mejor manejó la epidemia y que más rápido vacunó a su población, a diferencia de sus países limítrofes, Argentina y Brasil. Argentina tuvo hasta principios de octubre 2021 más de 5.260.000 casos positivos y más de 115.000 muertos y Brasil 21 millones y medio de contagios y unos 600.000 fallecidos, mientras que Uruguay -que abrirá sus fronteras de forma definitiva el 1 de noviembre-  los contagiados son alrededor de 390.000 y los decesos fueron poco más de 6.000. La pronta vacunación que se realizó en el país -más del 70 por ciento de la población con dos dosis- y el sentido responsable de los ciudadanos con el distanciamiento social, el uso del barbijo y los demás protocolos, lograron se tuviera una situación controlada durante casi toda la pandemia. Brasil, en cambio, es el segundo país del continente americano en cantidad de muertos, sólo por detrás de Estados Unidos que tuvo unos 700.000 fallecidos.

La disposición de la instalación en el National Mall de Washington. «El arte es un esfuerzo por recuperar la dignidad de 700.000 personas que se han reducido a un solo número, un número demasiado grande para comprenderlo. Mi proyecto comenzó con indignación», dijo la artista.

El momento del arte

Justamente en Estados Unidos, la artista  Suzanne Brennan Firstenberg fue la responsable de la puesta en marcha de la obra In America: Remember, una instalación realizada con 700.000 banderas blancas que rinden homenaje a los muertos por coronavirus en su país. La instalación desplegada en el National Mall de Washington fue, definitivamente, muy poderosa y en honor de los muertos por la enfermedad. «El arte es un esfuerzo por recuperar la dignidad de 700.000 personas que se han reducido a un solo número, un número demasiado grande para comprender. Mi proyecto comenzó con indignación», dice la artista en diálogo con Punta del Este Internacional.

Frente a la instalación, fueron muchos los que, después de sufrir la muerte de un familiar o amigo por Covid, llegaron a ver la obra y escribieron en las mismas banderas una dedicatoria a sus seres queridos. «Sabía que la gente traería su dolor, su propia indignación, su ira. No me di cuenta de lo que el arte devolvería, a su manera, brindando consuelo o catarsis a los seres queridos, ya que brindaba dignidad a las víctimas del virus», dice Suzanne y agrega: «Cuando las palabras caen en oídos que no escuchan, es hora de que el arte llene el vacío».

El desplazamiento de las banderas es abrumador: 700 mil banderas blancas que señalan, cada una, un muerto por Covid-19. En ellas, algunas personas dejaron su mensaje para su ser querido: «No se me permitió entrar, pero mi corazón nunca se apartó de tu lado», escribieron en una de ellas. «Mi esposo falleció en nuestro 23º aniversario», escribieron en otra. «Él era más que una estadística. Él es mi mejor amigo», en una tercera. A Kitty le rogaron que se vacunase pero ella no quiso. «Dios me protegerá», contestó. Ahora, en su bandera, dice: «La vacuna te la enviaba Dios para protegerte».

Muchos se acercaron a escribir un mensaje al ser querido. Otros fueron enviados por mail , o mensajes de texto, y el equipo se encargo de ubicar cada bandera que homenajeo a cada muerte perdida.

Mostrar el dolor

Suzanne Brennan Firstenberg  reconoce que cuando pensó en armar esta instalación «sabía que la gente traería su dolor, su propia indignación, su ira. No me di cuenta de lo que el arte les devolvería, a su manera, brindando consuelo o catarsis a los seres queridos, ya que brindaba dignidad a las víctimas del virus». Como lo describió una mujer al ver la bandera dedicada a su madre: «Después de meses de luto, finalmente, siento que el peso comienza a desaparecer de mis hombros». Es que el arte de Brennan Firstenberg no sólo ha ayudado a personas individuales en su duelo, también ha creado comunidad. Una mujer que había perdido a su padre le dijo a la artista: «Todo este tiempo, pensé que estaba llorando sola, pero ahora veo que estaba en compañía de muchos». Y otro «Saber dónde está su bandera es casi como tenerlo de regreso en la tierra».

Suzanne asegura: «El poder del arte no está en mis manos como artista. Está en las almas de quienes lo experimentan. El arte no es una elección; es un imperativo.

«Den a las personas la dignidad que se merecen», ese es el mensaje que la artista quiso transmitir con esta instalación. La importancia de conocer que, detrás de cada pequeña bandera blanca, hubo un ser humano que vivió y amó a los suyos. La necesidad de mantener viva su memoria, su recuerdo, su vida.

Cuando las palabras caen en oídos que no escuchan, es hora de que el arte llene el vacío». La artista cuenta que la última vez que un proyecto de esta escala ocultó el Mall fue durante la exhibición de HIV, que llevó a los estadounidenses a mirar de cerca a las víctimas del Sida, que previamente habían rechazado con crueldad. Y se pregunta: «¿Este acto hará lo mismo? ¿Nos empujará a preguntarnos qué hemos aprendido de esta tragedia nacional? A pesar de todo su poder, el arte público no puede por sí solo borrar las desigualdades en salud, vacunar al mundo o curar a los moribundos. Pero lo que he aprendido es que el arte puede, en igual medida, tender al dolor íntimo y personal y enviar un mensaje a nuestra sociedad en su conjunto. Ese mensaje es el siguiente: den a las personas la dignidad que se merecen·.