Su espíritu todavía recorre todo el departamento de Maldonado, las esquinas donde cantó y los sitios por donde paseó su figura inolvidable.
En sus empedrados, en ciertas fachadas, en algunas ochavas quietas en el tiempo, la imagen y la voz de Carlos Gardel parece incluirse en el paisaje del Maldonado histórico, ese que todavía respira una suerte de tango melancólico. Y tan equivocada no es esa percepción porque tanto la voz como la figura de “el Zorzal” se pasearon por este departamento uruguayo. Porque Gardel cantó en Aiguá junto con Razzano en 1918, en el mes de febrero. Su presencia en esa ciudad y en San Carlos, sus paseos por las playas uruguayas, también tuvieron durante una época nombre propio: Isabel Martínez del Valle, la “novia eterna” de Gardel, quien terminó viviendo en Punta del Este junto con su marido Mario Fattori y el hijo de la pareja, Martín. En la ciudad, Isabel estuvo a cargo del restaurante Canario, arrendó el Hotel British House, La Barra Hotel de Maldonado y el Arco Baleno.
En todos estos sitios, el espíritu gardeliano estuvo presente. Y cualquier noche, incluso en el medio de los muchos anuncios que hoy tiene la Barra de Maldonado, puede intuirse la figura en blanco y negro de ese Gardel perdido en el tiempo. Descubrir, como lo hicieron los parroquianos del Club Oriental de San Carlos, el andar pausado y mundano del cantante. Y, como también hicieron los parroquianos del Oriental, pedirle que una vez más y a capella llene el aire de música, de palabras, como si la máquina del tiempo por fin se hubiera inventado.