De origen francés, llegó a Punta del Este en 1910 y construyó un modo diferente de entender la hotelería y la gastronomía. Dueña de un gran sentido estético y de un enorme saber en la cocina, creo dos de los hoteles mas emblemáticos en las primeras décadas del siglo XX. Fue la pionera del turismo de lujo y enseñó a sus empleados una manera amable de relacionarse con los veraneantes. En estos últimos años, donde los chefs hombres fueron la gran vidriera de la gastronomía de lujo, es bueno recordar que la precursora en la historia de Punta del Este fue una mujer francesa que hacía unos inolvidables bocadillos de hojaldre.
Fue uno de los primeros iconos de la cultura hotelera y gastronómica de Punta del Este. La señora que impuso un estilo al todavía incipiente balneario de principios del siglo XX. Con su capacidad para producir productos de calidad y su fuerte vocación para enseñar aquello que conocía, formó a varias generaciones de habitantes de la ciudad en el arte de de los buenos modales para recibir al visitante, una enseñanza que perduró y que sigue siendo marca registrada de la ciudad.
Se llamaba Jeanne Moulia Lesbordes pero con los años todos los visitantes y los habitantes la conocieron como Madame Pitôt, una auténtica pionera que llegó a Punta del Este en 1910 junto con su esposo, Emile Pitôt y decidió quedarse para siempre en esta ciudad que volvió suya y donde vivió buena parte de su vida.
El matrimonio se conoció en Buenos Aires, donde estaban instalados ambos, luego de su llegada desde Francia. Pero rápidamente decidieron ir a probar suerte a Chile, en Punta Arenas, con un proyecto hotelero. Pero nunca se hallaron en esa ciudad y regresaron a Buenos Aires, donde estuvieron poco tiempo para volver a partir, esta vez, rumbo a Punta del Este. De inmediato, quisieron apostar por el incipiente balneario que recibía unos 600 veraneantes por temporada. Construyeron un hotel, el British House, en la calle 24 y 17. Para la construcción del edificio contrataron al arquitecto francés Eduardo Le Monnier. Y partir de ese momento, todo cambió tanto para el matrimonio como para la ciudad.
Los Pitôt se convirtieron de inmediato en el centro de atención de habitantes y visitantes. Su hotel y la comida de su restaurante fue el primer paso hacia una cultura de la hotelería y la gastronomía de lujo. Madame Pitôt enseñaba a todos sus empleados todo lo que era el trabajo turístico: desde cocinar y servir hasta bordar, poner manteles y hacer todo aquello que formaba parte de la recepción hotelera. De ella, se resaltaba también la calidad del servicio de té que ofrecía en su hotel y sus dotes culinarias. Era considerada como una «artífice maravillosa de las comidas». Y, además de su destreza en la cocina, mucho de esta performance tenía que ver con la calidad de sus productos. Porque los Pitôt tenían, en la zona conocida como La Pastora, un establecimiento llamado Chiverta, donde criaban patos, cabras, vacas y otros animales para abastecer de materia prima a su hotel. Según las crónicas de la época, allí vivían aproximadamente mil personas, la mayoría empleados del hotel y del restaurante.
Para 1915, incorporaron un auto para trasladar a los huéspedes desde la estación del ferrocarril de Maldonado hasta el hotel. Ese era el trabajo inmenso que los Pitôt hicieron desde el comienzo. El tiempo fue dándoles beneficios.
Ver ademas: El ferrocarril del Este – Bienvenidos al tren
El lujo de La Cigalle
En 1926 los Pitôt inauguran otro emprendimiento, La Cigale, que en sus comienzos era un salón de té y bar, sobre la parte oeste de la playa Mansa que más tarde funcionó también como hotel. Para entonces, los hoteles eran un centro de reunión importante donde se tomaba un aperitivo, el té, y se comía, además de poseer una sala de juegos de azar. En los hoteles de Pitôt también se ofrecía traslados en auto, paseos al Bosque Municipal y a Punta Ballena, servicio de alquiler de casillas en la playa – sombrillas y sillas-, bailes y música en vivo. Sus hoteles eran el punto de encuentro de los veraneantes y armaban una agenda con actividades para los turistas que iban desde la mañana hasta la noche.
Además de su capacidad como empresaria, Madame Pitôt fue un fuerte estandarte durante los primeros 50 años del siglo XX para la ciudad. Inauguró el primer Botiquín de Primeros Auxilios de la zona. Fue condecorada por el General Charles De Gaulle en 1946 y designada Cónsul Honoraria de Francia en la Región por el Gobierno de su país. Muy solidaria con sus empleados, a muchos les ayudó a comprar solares y a otros directamente se los regaló. A la hora del aperitivo La Cigale estaba repleto de gente, se escuchaba buena música y se bailaba. Instaló un concepto de turismo de lujo que, desde entonces, nunca se separó de la ciudad. Los fines de semana desde la torre separada de la Cigale, se pasaban películas al aire libre. Para los años 30, la mayoría de turistas llegaban en auto, entonces los Pitôt anexaron un garaje para 70 autos y un surtidor de combustible a su hotel. Además, Madame Pitôt donó un chalet para el colegio La Virgen Niña y bronce para la estatua de Artigas. Su marido Emile murió en 1933 y ella vendió ese año el hotel British House y, en 1938, también se deshizo de La Cigale. Ella vivió hasta 1953.
Fue una destacada hotelera que llenó de lujo sus hoteles desde la edificación, la calidad de servicios y en su preocupación por las personas que trabajaban para ella. Una precursora que supo encontrar en la península esteña su verdadero norte, dándole a la ciudad la primera chispa de gran gastronomía y un estilo culinario donde la comida era la gran protagonista. Una verdadera hacedora del primer Punta del Este.