El chef que convirtió la chatarra en arte – Fabricio Berrondo

El chef que convirtió la chatarra en arte – Fabricio Berrondo
Fabricio Berrondo con una de sus obras

De los fogones a la chatarra, el arte reciclado que encontró su hogar en Piriápolis. Nacido en Florida, Fabricio Berrondo llegó a Piriápolis hace más de una década y decidió quedarse por amor.
Su mujer, Nati, nacida en esa ciudad costera, lo conquistó primero con su calidez y luego con el paisaje que ambos aprendieron a llamar hogar.
Allí, entre el rumor del mar y el eco de los metales viejos, Fabricio encontró su verdadera vocación: transformar la chatarra en arte.

Entre engranajes, bulones y chapas antiguas, este creador autodidacta —que durante veinte años fue chef— descubrió una nueva manera de cocinar belleza: con fuego, paciencia y metal.

«Pez»

“Soy dibujante técnico. Trabajé toda la vida en la cocina, pero lo mío siempre fue el arte. Un viaje con Nati cambió todo. Trajimos algunas piezas y empecé a hacer cosas chicas, hasta que tuve que elegir: seguir cocinando o dedicarme a esto, que me hacía bien.”

El arte que baja a tierra

La cocina lo había llevado al vértigo; el metal, en cambio, lo conectó con la calma.

“Esto me trajo a tierra. La cocina era estrés, mucha gente, mucha presión. En el taller soy yo con mis piezas, con mi tiempo, con mis ideas.”

De la colección «amigos fieles»

Así nació su universo de peces mecánicos, escarabajos egipcios y perros de engranajes, que parecen moverse con alma propia.
Cada escultura está hecha con metales reciclados: piezas de autos, bicicletas, motos, heladeras y herramientas de otra época.

«Ciro»

“Lo mío es scrap metal art, arte en chatarra reciclada industrial. Y ahora estoy trabajando también con chapa batida, golpeando el metal hasta darle forma, buscando más realismo.”

Un viaje y una bicicleta

Todo empezó con una frustración.

“En un viaje vi unas bicicletas de hierro y no las pude traer en el avión. Cuando volví, las fabriqué yo mismo. Y ahí empezó todo.”

«Lobito de mar»

Desde entonces, su taller de Piriápolis se convirtió en su refugio, su escuela y su punto de inspiración.

“No me quiero mudar. Ese desorden me inspira. Ahí tengo mi mundo.”

El impulso de Nati y la mirada de Milos

Si el talento es de Fabricio, la proyección es de Nati, su compañera y cómplice.
Ella es quien maneja las redes sociales, muestra sus obras al mundo y traduce en imágenes la fuerza silenciosa de su arte.

Frabricio Berrondo junto a si familia y el artista amigo Eloy Pereyra

“Nati es mi apoyo y mi equilibrio. Ella me ordena, me impulsa y se encarga de todo lo que se ve afuera, mientras yo estoy entre hierros y chispas.”

Su hijo Milos, que lleva el mismo nombre que la casa familiar, crece entre esculturas y herramientas, respirando desde niño el valor de la creación.

«El Indio»

Herencia y creación

Fabricio recuerda a su madre, Silvia, quien lo llevó de niño a la escuela de arte en Florida.

“Ella siempre me decía que cuando me jubilara iba a pintar. Pero esto me encontró antes. En realidad, el arte ya estaba en los platos que cocinaba.”

De la colección de aves

Su historia es la de muchos creadores de la costa: transformar lo que otros desechan en belleza, recuperar el alma de los materiales y devolverle sentido al tiempo.

“No quiero que me regalen chatarra. Yo la elijo. Cada pieza tiene que hablarme. En eso está el arte.”

Hoy, las esculturas de Fabricio Berrondo se exhiben en galerías, restaurantes y hoteles, y muchas ya forman parte de colecciones privadas.
Desde su taller en Piriápolis, demuestra que el fuego de la cocina y el del metal son, al fin y al cabo, el mismo: el que enciende la pasión por crear.

Obra » Calma»