El dulce de leche que se transformó en música

El dulce de leche que se transformó en música


Por Marisol Nicoletti

Punta del Este celebra un doble hito: en 2026 se vivirá el 30.º Festival Internacional de Jazz creado por Francisco Yobino, y en 2025 se cumplieron 40 años de Lapataia, la marca que convirtió un tambo en destino cultural. Entre archivos impecables, fotografías y una vasta colección de CD, la casa de Yobino guarda la memoria viva de un legado que Uruguay no debe olvidar.

El escenario del 24° Festival Internacional de Jazz de Punta del Este recibe a músicos y público en un atardecer inolvidable

El primer encuentro

Fue en 1989 cuando escribí una nota para Punta Newsweek, donde me desempeñaba como una de las directoras. Había llegado hasta allí atraída por el rumor de una historia singular: un hombre que había logrado lo impensado, transformar un tambo en un destino turístico.
Viajé hasta Lapataia para conocerlo. Me recibió Francisco Yobino: corpulento, de voz firme y ojos luminosos, con esa energía que se percibe incluso antes de estrechar la mano.
Me mostró su mundo con orgullo. Habló de sus vacas, del dulce de leche, de la música, y de una visión que convertía lo cotidiano en experiencia.

Francisco Yobino, anfitrión y alma del festival, revisa archivos y programas en su estudio, donde cada afiche y fotografía cuentan más de treinta años de historia musical

De esa visita nació la nota “El Sosiego, cuna del dulce de leche”, publicada el 1.º de septiembre de 1989 en Punta Newsweek, con Jorge Ordeix como director.
Así escribía sobre Yobino y Lapataia hace treinta y seis años, cuando el campo era apenas una promesa y el dulce aún no era leyenda.
Hoy, volver a este lugar es reencontrarse con la misma esencia: el trabajo silencioso, la nobleza de la tierra y el perfume dulce que no se ha ido nunca.

El reencuentro, Marisol Nicoletti y Francisco Yobino


Con los años volví muchas veces: con Nicolás, mi hijo, íbamos en bicicleta con amigos hasta Lapataia para comer los famosos panqueques con dulce de leche y chocolatada.
Años después, desde la revista Caras, hicimos una gran producción fotográfica. Fue una de las notas más celebradas de aquella temporada.
Y muchas veces regresé como visitante, como amiga, como periodista que no deja de admirar a los que hacen historia con las manos.

El origen de un sueño

Lapataia nació en 1985, cuando Yobino, tras un divorcio, decidió dejar Buenos Aires.
Venía del mundo del azúcar: era representante de ingenios azucareros y dueño de una fraccionadora en Banfield.


Allí también organizaba sesiones de jazz con músicos como Hugo Díaz. El nombre Lapataia lo tomó de la bahía del fin del mundo, en Tierra del Fuego.
Con un crédito rural del Banco República levantó la primera estructura en nuestro país.
Desde entonces, Lapataia se volvió una palabra sagrada también al otro lado del río.

Del tambo a la leyenda

Durante la segunda mitad de los 80, Lapataia se transformó en un fenómeno social y turístico.
Cada día llegaban centenares de familias a ver cómo se elaboraba el dulce de leche, a tomar chocolatada con panqueques y a escuchar música.
Fue el primer emprendimiento de turismo rural y cultural del Uruguay.

Desde su tambo artesanal en Punta del Este, Francisco Yobino combinó su amor por la tierra y por la música, transformando este rincón en una leyenda del jazz y la cultura rioplatense


Por allí pasaron figuras del mundo empresarial y artístico: Amalita Fortabat, Franco Macri, Alexandre Grendene, Mastellone, el dueño de Arcor, directivos de Sony, Milka, Parmalat, Fargo/BIMBO y Chandon.
“Lapataia era una fiesta de trabajo —recuerda—. No era para ganar plata, era para crear algo distinto, algo que la gente recordara.”

Carteles del Festival de Jazz de Lapataia y retratos de grandes figuras —de Dizzy Gillespie a Paquito D’Rivera— narran la proyección internacional del evento nacido en Punta del Este

Y lo logró. En el laboratorio Rubino, donde analizaban la leche, tuvieron que repetir los estudios cuatro veces porque los resultados eran tan buenos que parecían imposibles.
Esa obsesión por la perfección, ese respeto por lo natural, serían también el ADN del festival que vendría después.

Francisco Yobino, en una producción para revista Caras (1995), retratado en la vida diaria de su tambo: la sala de elaboración de quesos y su campo, rodeado de los animales que siempre formaron parte de su mundo y de su identidad
“Ilustración de la portada del mapa creado por el maestro Carlos Garaycochea, quien retrató con humor y precisión el camino hacia El Sosiego, el histórico tambo de Punta del Este. En 2007, Laetitia d’Arenberg compró El Sosiego —la propiedad donde funcionaba el histórico tambo Lapataia— y continuó con su actividad tradicional, manteniendo vivo un emblema del paisaje rural de Punta del Este. Muy cerca de allí, Francisco Yobino sigue en su campo familiar, donde cada año impulsa su Festival de Jazz, otra forma de arraigo y de memoria en la misma tierra”
“Mapa humorístico de Punta del Este creado en 1997 por Carlos Garaycochea, a pedido de su amigo Francisco Yobino. La obra introdujo una nueva forma de ver el territorio: afectuosa, ingeniosa y detallada, capturando el espíritu del balneario con la sensibilidad única del gran dibujante argentino.”

La primera nota, el primer festival

Fue en 1987, reunido con Carlos Scheck y Miguel Carvajal, cuando lanzó la pregunta que lo cambiaría todo:
—¿Por qué Punta del Este no tiene un festival de jazz?
Y así, sin respaldo económico, nació el Festival Internacional de Jazz de Punta del Este.
En su primera edición participaron figuras como Clark Terry, el legendario trompetista norteamericano que, cuando recibió la invitación, preguntó si Punta del Este quedaba en África.

Una de las postales más emblemáticas del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este: músicos y anfitriones celebrando la conexión que solo el jazz puede generar


El reconocido músico Paquito D’Rivera acompañó desde el primer festival, solo se ausentó en la edición 11 y 12 por problemas personales . Junto a él estuvieron músicos como McCoy Tyner, Kenny Barron, Michael Brecker, Phil Woods, Toots Thielemans, Dave Weckl, Eliane Elias, Oscar Stagnaro y Chico Freeman.

En su casa, los retratos hablan en las paredes. En la foto, una dedicatoria escrita de puño y letra por uno de los grandes del jazz, símbolo del vínculo humano y musical que unió a los artistas con este rincón único de Punta del Este


Aquel sueño se convirtió en una marca cultural del país y en una de las citas de jazz más respetadas del continente.

El hogar como Pompeya

Hoy, al entrar a su casa, se siente una Pompeya del alma.
Nada ha sido borrado por el tiempo: todo está allí, detenido y vivo a la vez.

En una tarde de primavera encontramos a Francisco Yobino afinando cada detalle del Festival de Jazz. Nos abrió sus lugares sagrados —la oficina, el estudio, el galpón que aguarda el gran día— y caminamos su jardín, memoria viva de una vida entera. Sobre la mesa, mi primer trabajo en Uruguay —Punta Newsweek, 1989— dialogaba con la edición 2025 de Punta del Este Internacional y el afiche del festival, como tres estaciones de un mismo recorrido. Más tarde, en su biblioteca, vimos aquel libro que marcó un tiempo, “Punta del Este: arquitectura y paisaje”, y sentimos, como un golpe suave en el alma, que el tiempo no se detiene, y que a veces basta un libro en una repisa para volver a sentir quiénes somos: la suma de todo lo vivido y la gratitud de poder reconocerlo hoy, porque al final es la vida —y no otra cosa— la que nunca deja de enseñarnos.

Carpetas perfectamente ordenadas con archivos del festival, artículos magistrales —como los de René Favaloro—, fotografías, programas y recortes.


En el techo del estudio hay una colección muy importante de CD y, sobre las paredes, afiches de festivales y fotografías que recuerdan sus lugares en el mundo.

En su estudio , rodeado de recuerdos, fotografías y carpetas que narran tres décadas de historia, Francisco Yobino conserva el espíritu del festival y la pasión que lo hizo eterno


Las paredes son un mapa de vida.
Y sobre una mesa conviven tres épocas: el recorte de Punta Newsweek, la edición 2025 de Punta del Este Internacional y el afiche del 30.º Festival Internacional de Jazz.

Sobre la mesa de trabajo, afiches del 30º Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, nota de prensa para la legendaria Punta Newsweek y la última edición del Anuario Punta del Este Internacional: pasado y presente se encuentran

Todo respira historia y ternura. Nada es museo: todo sigue en movimiento, como si el pasado aún estuviera afinando su instrumento.

La familia, el legado

Su nieta Anita Yobino es hoy quien lleva adelante las redes y el diseño del festival, encargada de mantener viva la presencia digital de Lapataia y de recuperar las fotos históricas de cada edición.
“Es mi heredera espiritual”, dice él con orgullo.

Francisco junto a dos de sus nietos, Juan y Anita en la playa que inspiró su vida entre naturaleza, música y afectos
“El nieto de Francisco, Fausto, de apenas tres años, tocando el saxo frente a la pintura del trompetista Louis Armstrong: un diálogo espontáneo entre la infancia y el jazz.”

El regreso y el futuro

Yobino camina despacio por una reciente luxación de cadera, pero trabaja cada día con la misma pasión.

Fotografías de músicos, visitantes y momentos irrepetibles del Tambo El Sosiego. Cada pared, un homenaje al espíritu del jazz y a quienes lo mantienen vivo


“Empiezo al amanecer y termino cuando ya no me da la vista”, dice, mientras acomoda pilas de carpetas con cartas de músicos de todo el mundo: de la India, de África, de Australia, de Nueva York.
El festival sigue siendo su razón de ser.

La Finca El Sosiego, sede histórica del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, conserva en sus muros y techos la memoria sonora de leyendas que pasaron por allí


La edición número 30 se celebrará del 7 al 11 de enero de 2026, bajo techo en el galpón de Lapataia: el mismo espacio donde se realiza el Día del Jazz, con el techo pintado y las paredes recubiertas de afiches de ediciones pasadas y fotografías que viajan en la memoria a lugares como Café Tortoni o París.

Una de las artistas invitadas interpreta una balada frente a los retratos de leyendas del jazz, en un diálogo entre generaciones


“Lo hago techado para cuidar al público —explica—. El frío, el viento y la lluvia ya nos jugaron malas pasadas. Ahora quiero que disfruten sin preocuparse del clima.”

Entre retratos de leyendas y bajo un techo que respira música, el jazz vuelve a cobrar vida en el escenario de la FInca El Sosiego, donde cada nota rinde homenaje a su historia


Habrá músicos de Uruguay, Argentina, Brasil, Estados Unidos y Francia. Será un encuentro más íntimo, más cercano al espíritu original: el de la gente que ama el jazz, sin protocolos ni alfombras rojas.

El hombre y su obra

Francisco Yobino no solo inventó un festival: creó una manera de vivir el arte.
Transformó la leche en dulce, la granja en cultura y el silencio del campo en música.
Su casa es hoy un testamento vivo de todo lo que hizo con fe, trabajo y ternura.
Y cuando lo miro, con el paso sereno y los ojos todavía brillantes, siento que Lapataia —esa Pompeya del alma— no está dormida: late.
Late al ritmo del jazz que todavía suena entre los árboles.

En la entrada, frases de Nietzsche y Platón resumen el espíritu del lugar: “Sin música, la vida sería un error”