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Expo Osaka 2025: El futuro en cuerpo y alma

Expo Osaka 2025: El futuro en cuerpo y alma. Un manifiesto silencioso en favor de la vida

Por Marisol Nicoletti – desde Osaka, Japón.

La historia de las Exposiciones Universales ha sido, desde el siglo XIX, un desfile de banderas, torres y triunfos. En París, se construyó la Torre Eiffel. En Shanghái, el pabellón chino dejó sin aliento. En Lisboa, los edificios flotaban entre el río y el cielo. Todos ellos hablaban de poder, creación e innovación, expresaban avances científicos o tecnológicos para las personas en tanto consumidoras o productoras de bienes o servicios.

El pabellón “Near for Reborn” en la Expo Osaka 2025 propone un viaje simbólico hacia el renacer. Su arquitectura en espiral y su luz natural invitan a repensar el cuerpo, la salud y la vida como un todo. Aquí, la medicina del futuro no solo se basa en tecnología, sino también en reconectar con la esencia humana y empezar de nuevo.

En Osaka 2025, por primera vez, el centro no es la máquina, ni el shopping, ni lo suntuario. Es el ser humano como tal: su vida sana, su bienestar físico y espiritual, su armonía emocional.

El pabellón de la salud —bautizado con ternura como “Nest for Reborn” (nido para renacer)— no se limita a exhibir avances. Propone algo más hondo: un volver a nacer, una mirada sobre la vida futura que se atreve a preguntarnos, sin pudor ni anestesia:
¿Cómo estamos? ¿Qué sentimos? ¿Cómo queremos vivir?

Entrar al futuro con los pies descalzos

El recorrido comienza en silencio. Una banda digital se ajusta a la muñeca como quien recibe un amuleto. No es un juguete: es tu llave genética.

En el Pabellón de Salud de Osaka, el recorrido comienza con una pulsera inteligente que escanea el cuerpo sin contacto. Esta tecnología anticipa riesgos, genera un avatar personalizado y marca el inicio de una medicina preventiva, empática y conectada al futuro.
En el Pabellón de Salud de Osaka, el recorrido comienza con una pulsera inteligente que escanea el cuerpo sin contacto. Esta tecnología anticipa riesgos, genera un avatar personalizado y marca el inicio de una medicina preventiva, empática y conectada al futuro.

Una cápsula sin ruidos, sin tacto, sin miedo, te observa. No juzga. Analiza tu cuerpo como quien acaricia con datos: respira tu oxígeno, mide tu postura, escucha el ritmo escondido en tu pecho. Luego, proyecta frente a vos un espejo del mañana: tu avatar del 2050. Pero no como será si seguimos adorando el dios del confort superficial, el amor líquido y el consumo irresponsable, sino si aprovechamos la ciencia, los algoritmos y la creatividad humana en beneficio de lo que cuida nuestro cuerpo, prolonga nuestra vida y sana nuestra alma.

El escáner facial del Pabellón de Salud en Osaka analiza múltiples aspectos del cuerpo sin contacto físico. Evalúa parámetros como la salud de la piel, la vista y la actividad cerebral, generando un diagnóstico integral en segundos. Una muestra de cómo la medicina del futuro será preventiva, precisa y personalizada.

Y allí, en esa imagen flotante que te imita, pero te supera, entendés lo esencial:
El futuro no está en las máquinas. Está en lo que hacemos con ellas.

La medicina como lenguaje de ternura

Avanzar por el pabellón es como recorrer un poema clínico.

Un corazón cultivado late dentro de una cápsula. No tiene recuerdos, pero late con una dignidad que estremece. A su lado, el Dr. Shin’ya Yamanaka susurra: “no queremos reemplazar órganos: queremos entender lo que dicen antes de romperse”.

El doctor Shin’ya Yamanaka, Premio Nobel de Medicina, lideró el descubrimiento de las células madre iPS, capaces de regenerar tejido cardíaco. En el Pabellón de Salud de Osaka, se exhibe una célula artificial latiendo, creada en laboratorio, que representa uno de los avances más esperanzadores para reparar corazones dañados y abrir un nuevo capítulo en la biotecnología regenerativa.

Más adelante, un traje flexible espera a un anciano. Lo asiste sin invadir. No lo empuja: lo acompaña. Como esos hijos que sostienen a sus padres longevos sin palabra ni grito.

En otra esquina, un escáner detecta en segundos tu edad biológica, tus niveles de estrés, tu energía vital. Y en lugar de alarmarte, te abraza con datos concientizadores, sugerencias suaves, como si la ciencia hubiera aprendido a tratarte con dulzura, a enseñarte y guiarte antes que a juzgarte o culparte.

Nicolás Tarallo experimenta el escáner del futuro . Frente a una pantalla que analiza su actividad cerebral sin contacto, vive en primera persona cómo la tecnología médica se vuelve más precisa, no invasiva y orientada al bienestar integral.

Hay gafas de realidad aumentada que no entretienen: calman. Simulan bosques que susurran, aguas que respiran. Y sillas que no se manejan, sino que esperan tu estado de ánimo. Si estás triste, se detienen. Si te animás, avanzan con vos.

El respeto es la norma. Todo está pensado para que te sientas mirado sin ser invadido, cuidado sin ser controlado.

Ciudades que respiran con vos

Una vez que el cuerpo se comprende, el entorno se transforma.

El pabellón propone una ciudad donde no hay bocinas, ni humo, ni apuro. Los árboles tienen sensores que respiran contigo. Las casas se oscurecen si estás triste, te ofrecen luz si necesitás renacer.

La ciudad del mañana respira con aire puro, convive con la naturaleza y se adapta al ser humano. Árboles, flora, fauna y tecnología dialogan en armonía. Las calles son inclusivas, los edificios generan energía y los androides interactúan con las personas como aliados del bienestar colectivo. Un paisaje urbano donde todo está pensado para vivir mejor.

Una pista de baile virtual permite a dos adultos mayores bailar un tango con exoesqueletos que responden a su nostalgia. No necesitan piernas fuertes, sino una memoria que no se rinda.

En otro rincón, un niño con TEA juega con un robot que no enseña, ni corrige. Imita. Observa. Acompaña. Porque la tecnología no tiene por qué ser superior. No tiene que estar por delante, ni llevarnos adonde ella lo dispone: hoy puede ir a nuestro lado, codo a codo, acompañándonos a donde deseamos ir.

No hay pizarras. No hay horarios. Solo espacios de aprendizaje fluidos, donde los chicos y los grandes juegan a imaginar. Y lo más conmovedor: todo esto no es ciencia ficción. Ya está en prueba. Ya ocurre.

Comer para sanar, cocinar para cuidar

La alimentación aquí no es un tema de guias gastronómicas ni dietas mágicas impersonales. Es poético. Es cultural. Es medicina que golpea la puerta de nuestro espíritu antes de nuestro gusto o nuestro olfato. Que no se aprovecha de nuestras emociones sino que las reconoce y educa.

En la cocina del mañana, la comida se adapta a tu salud. Podés elegir los nutrientes que necesitás y cultivar tu propia carne en casa. Todo está pensado a medida: la comida se convierte en medicina, y cada ingrediente responde a tu bienestar. Un futuro donde alimentarse es también cuidarse.

Un robot te ofrece un smoothie con minerales según tu ADN. Un helado que genera placer sin culpa. Una bola de arroz —el onigiri más antiguo del Japón— aparece reinventada con ingredientes Halal, para todos, sin excepción.

Las cocinas escanean los ingredientes y te avisan si algo no es compatible con vos. Los chefs cocinan junto a la ciencia. Y los alimentos no se eligen por moda, sino por bienestar.

Cerca de la salida, un food truck sirve comida callejera saludable, sin etiquetas, sin marketing. Comida real. Para cuerpos reales.

La tecnología como compañera de vida.

Quizás lo más revolucionario de este pabellón no sea lo que se ve, sino lo que se siente.

Un robot te responde sin prisa. Una app guarda tu avatar, tu edad genética, tu ritmo cardíaco, para que cuando vuelvas a casa, puedas seguir cuidándote.

Marisol Nicoletti y Nicolás Tarallo presencian la proyección de sus avatares del año 2050 en el Pabellón de Salud de Osaka. Esta experiencia inmersiva anticipa un futuro donde las ciudades estarán diseñadas para el bienestar emocional y físico, y donde la armonía social será parte del día a día. Un entorno optimista donde la tecnología se pone al servicio de la alegría, el movimiento y la longevidad activa.

Los baños son inclusivos, los espacios no tienen barreras, y nadie —nadie— queda afuera. Todo está pensado para todos los cuerpos, todas las culturas, todos los tiempos.

Aquí, la tecnología no reemplaza a la humanidad. La respeta, acompaña y potencia.

Una nueva espiritualidad laica

Y mientras salgo del pabellón, con el corazón renovado, con emociones profundas que no encuentran palabras que las expresen con precisión, siento y comprendo que esto no ha sido una visita más a una de las tantas ferias y exposiciones que me tocó asistir a lo largo de mi carrera profesional.

Un espacio para renacer y repensarnos. Entre luces y formas sagradas, surge la idea de un mundo donde la Tierra no sea desechable, lo humano no se descarte y cuidar al otro —persona, planta o planeta— sea lo esencial.

Ha sido, como lo advertía el nombre al ingreso del salón, un nido para renacer. Para repensarnos y, también, revalorarnos: no somos nuestros títulos, nuestros cargos, nuestro patrimonio.

Somos seres humanos, vida que viene de otras vidas y se prologará en otras vidas, almas que se encuentran consigo mismas y con otras para ser felices y ayudar a que las demás lo sean.

Salí del sitio recitando para mi interior una oración laica por un mundo donde no haya que gritar para ser oído. Donde la envidia, el odio y la codicia no marquen la historia. Donde lo débil no se deseche. Donde la Tierra no sea recurso descartable, sino casa que se cuida para que también la disfruten quienes la hereden.
Donde el cuerpo humano, la fauna, la flora —esas creaciones divinas que no siempre valoramos ni protegemos como lo merecen — recuperen su lugar sagrado.

Un mundo donde el conocimiento no sirva para dividir ni destruir sino para cooperar y crecer juntos.

Y entonces me acuerdo de Uruguay, ese pequeño territorio en el sur de las Américas, donde también tenemos pequeños grandes ejemplos de ese mundo mejor que deseamos y en Osaka pude ver cómo está más cerca de ser realidad de lo que pensaba.

El ejemplo silencioso

Cuando en pleno COVID 19, el crucero Greg Mortimer quedó varado cerca de nuestras costas, lleno de contagios en su interior, y el mundo se cerraba a recibirlo, Uruguay abrió su puerto. No por cámaras. No por gloria. Por convicción.

Durante la pandemia, cuando todos cerraban sus puertas, Uruguay las abrió. El caso del Greg Mortimer, rescatado por médicos uruguayos, es hoy símbolo de una medicina del futuro que no solo cura cuerpos, sino también honra valores como la solidaridad, la generosidad y el compromiso humano con los demás.

El CASMU (www.casmu.com.uy), junto a PROCASMU, hizo lo que este pabellón celebra: cuidar con humanidad al que lo necesita. Usar lo que se tiene —poco o mucho— para que el otro viva.

Eso no es una historia de pandemia. Es una visión de futuro.

Renacer no es volver a empezar. Es volver a sentir.

Salgo. Miro el cielo de Osaka.

No pienso en lo que vi. Pienso en lo que sentí.

Sentí que aún estamos a tiempo. Que el cuerpo humano no es una estadística, ni una ecuación genética. Es una bendición de vida que debe ser bendecida con nuestro cuidado de cada día. Y que no hay forma de hacerlo sin armonía espiritual.

“Mens sana in corpore sano», rezaba el viejo adagio latino. Como tantas veces, lo nuevo que verdaderamente vale, es lo que siempre valió pero hemos olvidado.

Osaka 2025 nos ayuda (me ayudó) a recordar lo que importa y con frecuencia olvidamos. Y, además, a que lograrlo no es imposible.

El futuro debe ser una comunidad que cuida, una ciencia que escucha, una ciudad que respira, una tecnología que abraza.

Presentado por primera vez en la Expo 1970, el “Human Washer” fue un sueño futurista que hoy es realidad: un sistema que limpia el cuerpo sin tocarlo y cuida también la mente. Medio siglo después, la Expo vuelve a anticipar lo que vendrá, en un mundo donde la higiene, la salud y el bienestar están integrados en experiencias sensoriales y tecnológicas.

Renacer, como bien lo entiende este pabellón, no es empezar de nuevo. Es terminar la obra humana que nos legaron nuestros ancestros, separando lo esencial de lo secundario, lo que nos plenifica de lo que nos corroe, que nos humaniza de lo que nos esclaviza.

Vine a la Expo como editora en busca de notas, eventos, primicias. Vuelvo a Punta del Este con la mochila recargada de emociones, sueños y valores, como si fuera el primer día del resto de mi vida.