En 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, el creador del Pato Donald y del Ratón Mickey visitó Uruguay y se maravilló con la gente de este país, con sus playas y sus niños. Muchos años después, el también mítico Manuel García Ferré soñaba con montar un estudio de animación en la península esteña. Hoy puede que estos sueños y maravillas, que mezclan mundos reales y fantásticos, se terminó plasmando en la nueva zona franca para la industria audiovisual que tiene su centro neurálgico en La Barra.
La cadena Disney hace dos años desembarcó en el Cono Sur con su plataforma de streaming, además de las producciones de Pixar, Marvel, Star Wars, Disney Animation y National Geographic. Este desembarco no fue el primero que Disney realiza en esta zona del planeta.
De hecho, sin tomar en cuenta la enorme cantidad de películas animadas y no animadas que esta empresa cinematográfica distribuyó en Sudamérica a lo largo de décadas, el primer desembarco de Disney en tierras uruguayas fue de cuerpo presente.
Porque, en septiembre de 1941, Walt Disney en persona visitó el país y se paseó por Colonia, Montevideo, Carrasco y Punta del Este.
Ese 1941 fue un año clave. La Segunda Guerra Mundial se desarrollaba sangrienta y se peleaba en todo el territorio europeo y también en el Norte de África. En el Cono Sur, sin embargo, la guerra llegaba a través de los diarios, principalmente, de la radio y de los noticieros que se pasaban en los cines antes de las películas.
Sólo en Uruguay había ocurrido un hecho bélico: el acorazado de bolsillo (pocket batlleship) alemán Admiral von Graf Spee había llegado al puerto de Montevideo en diciembre de 1939 seriamente averiado luego de la recordada Batalla del Río de la Plata.
En esa batalla se había enfrentado a tres navíos de guerra: los cruceros británicos Exeter y Ajax y el neozelandés Achilles. La Batalla del Río de la Plata fue uno de los primeros enfrentamientos navales de la Segunda Guerra Mundial y el único que se produjo en América del Sur.
Al cabo de varios días de gestiones y efervescencia diplomática, el capitán de la embarcación decidió hundirla porque no quería que cayera en manos de los británicos.
Pero para 1941 ese hecho ya formaba parte de la historia. Las noticias que llegaban desde Europa ya la habían sepultado debajo de una enorme cantidad de información que se conocía semana tras semana.
Y en ese septiembre los títulos de los diarios anunciaban el desembarco del creador del ratón Mickey en el puerto de Montevideo. Una visita que no tenía nada que ver con la guerra. O, al menos, eso parecía.
Según la revista Mundo Uruguayo, la mañana que Disney desembarcó en Montevideo, el puerto estaba repleto de gente. Esa presencia justificaba «el sacrificio de un madrugón» para «testimoniar su admiración y simpatía» por el creador de tantos y tantos dibujos animados.
Al mismo tiempo, no era ningún secreto que el viaje de Disney tenía que ver con un pedido hecho por el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt. Estados Unidos no estaba aún formalmente en guerra.
Recién eso iba a ocurrir en diciembre de ese año, cuando Japón bombardeara Pearl Harbor. Pero era claro el posicionamiento del gobierno de Rooselvet y Disney, como señalaban los diarios de la época, era «su embajador». De hecho, el «tour» por Argentina, Brasil, Chile y Uruguay fue financiado por el gobierno de Estados Unidos.
Lo que ocurría era lo siguiente: tanto Uruguay como Argentina se habían declarado neutrales en los primeros años de la guerra. Y Roosevelt, que ya veía cuál iba a ser el camino a seguir por su país, temía que el sur del continente terminara apoyando al Eje.
Por eso Walt Disney, posiblemente uno de los creadores más rutilantes de los años 40 del cine estadounidense, viajó junto con un importante número de sus mejores artistas hacia estas tierras.
Por supuesto, nada de eso entraba en el imaginario de los miles de niños y niñas que acudieron a saludarlo en el puerto. Ni a los otros tantos que se acercaron al cine Trocadero, que entonces se encontraba en una esquina de la calle 18 de julio en Montevideo, para ver junto con Walt Disney el estreno de la película Fantasía.
Allí, frente a una enorme afiche del creador del ratón Mickey, centenares de niños de distintas escuelas lo esperaban apretujados. Mientras tanto una orquesta, también formada por niños, tocaba la música de la película Blancanieves.
«Estoy sorprendido, esto no fue planeado. Estoy muy feliz, ha sido maravilloso. Me voy a llevar este momento como un tesoro, como un acto inolvidable. Muchas gracias», dijo Disney en medio del aplauso del público y mientras en la pantalla el aprendiz de mago Mickey hacía bailar a las escobas y a los baldes de agua.
Más arte que política
Más allá del trasfondo político del viaje, Disney y su grupo de artistas se instalaron en el hotel Alvear Palace de Buenos Aires y montaron de inmediato un estudio de animación.
Querían retratar personajes propios de estos países para una futura película. Hugo Rocha, periodista de espectáculos del diario El País y de la revista Cine, Radio y Actualidad, cubrió el paso de Disney por Uruguay:
«Demostraba ser una persona muy amable y, para tener ya 40 años, se seguía maravillando como un niño«, afirmó.
En su paso por Uruguay, Disney también se reunió con el presidente del país, Alfredo Baldomir quien era del Partido Colorado y un ferviente defensor de la causa de los aliados.
El diálogo duró varias horas y donde ambos quedaron muy conformes con el encuentro. Así y todo, tanto Uruguay como Argentina recién se sumaron al bloque Aliado en 1945, a poco de que la Segunda Guerra finalizara.
En el campo que sí rindió rápidos frutos la visita fue en el cine. De regreso a Estados Unidos, la maquinaria Disney pergeñó la película Saludos Amigos, en el año 42.
Ahí se ve a un Goofy gaucho en la pampa argentina y uruguaya a un José Carioca brasileño paseando por Río de Janeiro y al Pato Donald visitando el Lago Titi Caca, en Bolivia.
A Uruguay se le reservó un corto de 1944, llamado The Pelican and The Snipe. «Este es un cuento de dos amigos que montaron su casa en lo alto de un faro cerca de Montevideo. Y sus nombres, por una extraña coincidencia, eran Monte y Video«, señala el narrador del corto en el comienzo.
Durante la visita de Disney a Sudamérica también se filmó un documental, «Al sur de la frontera con Disney». Allí, una voz en off relata:
«Nuestra impresión es que la gente de este país le gusta divertirse. Esa impresión creció cuando conocimos lugares como Carrasco, Pocitos, Punta del Este y otras ciudades balnearias. El larguísimo verano de Punta del Este la hace especial para los deportes acuáticos y para disfrutar de largos días de playa y mar. En Colonia, los niños le dieron a Disney una gran recepción de despedida. Las escuelas cerraron ese día en honor al creador del Pato Donald y el Ratón Mickey«.
En 2008, la empresa Disney estrenó otro documental «Walt y el Grupo», donde también reconstruyen su paso por Latinoamérica.
Dibujar en Punta del Este
Si hay un creador que fue considerado el Disney de Latinoamérica, ese fue el español Manuel García Ferré, quien vivió en Argentina toda su vida.
En una entrevista con la revista Caras en Punta del Este durante la década del 90, García Ferré contaba que su sueño era crear un ámbito de trabajo para dibujantes y animadores en la península esteña. Una suerte de empresa Disney del Cono Sur con sede en Uruguay.
El creador de Anteojito, Hijitus, Larguirucho, la bruja Cachavacha, el doctor Neurus, entre tantas otras creaciones, disfrutaba cada año de los veranos en el Este.
«El ritmo de vida aquí es muy diferente al de Buenos Aires. Generalmente nos levantamos tarde, almorzamos y nos reunimos con amigos», precisaba en la entrevista.
García Ferré creía que el ritmo esteño era propicio para la creación y que la naturaleza ofrecía un gran marco para lograr plasmar personajes e historias. Cada año, él y su familia llegaban en su barco y pasaban buena parte del verano en Uruguay. El sueño que tuvo no prosperó.
Sin embargo, hoy -a 9 años de su muerte- se hizo ese sueño se hizo realidad de la mano de otro emprendedor que apuesta a convertir Punta del Este en la nueva Hollywood del Hemisferio Sur, Nicolás Aznárez.
La aprobación de una zona franca para la industria audiovisual en Punta del Este es una de las grandes novedades de este año.
Esta iniciativa lo tiene a Nicolás Aznárez, socio fundador y gerente de Punta del Este Film Studios, como gran propulsor.
Según el realizador y productor, el proyecto se montará en la zona de La Barra, en el área del Complejo Fasano.
La inversión, de capitales brasileños, será de unos 25 millones de dólares -en una primera etapa- hasta llegar a un total de 150 millones. Aznárez trabajó varios años en el estudio de Quentin Tarantino, en Los Ángeles.
Ver: Inversiones millonarias – Real Estate en Punta del Este
Desde 2001 formó parte del desarrollo de la división latina del estudio A Band Apart, la mítica compañía de Tarantino y Lawrence Bender.
Además, en 2004, fundó El Camino Films, la primera productora uruguaya especializada en servicios de producción cinematográfica.
Es probable entonces que el sueño de García Ferré y la visita de Walt Disney a Uruguay terminen representadas por este nuevo emprendimiento que comenzó a gestarse hace 10 años pero recién tendrá, en los próximos meses, su puesta en marcha.
De este modo, el viejo corto The Pelican and The Snipe hecho por Disney en 1944 y la utopía de García Ferré sobrevuelan como viejos amigos que terminarán encontrando en el Punta del Este Film Studios de La Barra su razón de ser en este mundo.